20 libros clásicos de apenas 200 páginas para leer en un solo día
Leer a los clásicos es una de las asignaturas pendientes de muchos lectores. Entre las innumerables novedades que llegan a las librerías, encontrar un hueco para completar las obras de algunos de los grandes nombres de la literatura puede ser una tarea complicada. Muchas veces hemos leído algo de ellos, otras hemos intentado sumergirnos en sus obras magnas pero la falta de tiempo, el volumen de sus páginas y la exigencia del día han hecho que abandonemos su lectura antes de acabarlas.
Para solventar ese problema, y hacer que rompamos esa barrera con algunos de los autores que todos deberíamos haber leído, una buena estrategia es empezar por objetivos mucho más asequibles. La puerta de entrada a un escritor inmortal puede ser su obra más conocida, sí, pero también una obra breve que, no por menor extensión atesora una calidad literaria más exigua. No es lo mismo intentar entrar en Dostoievski con las más de mil páginas de Los hermanos Karamazov que, por ejemplo, con las poco más de 200 de El jugador. De esta forma, quizás, más tarde seamos capaces de afrontar las obras más extensas del genio ruso.
Al igual que con Dostoievski, muchos asocian literatura rusa con libros extensísimos que se les hacen cuesta arriba, pero hay mucho más que descubrir para los que sean un poco perezosos. Primer amor, de Turguénev, por ejemplo, un prodigio que no llega a las 150 páginas. Y de Pushkin, otro enorme autor ruso, tenemos La hija del capitán, que nos puede llevar luego a Eugenio Oneguin.
Clásico entre los clásicos de la literatura europea, el Werther (192 páginas) es, además de una obra capital en sí misma, el comienzo perfecto para adentrarse en la obra del genio de Goethe, para más tarde acometer la lectura de su Fausto o Las afinidades electivas. A otro gigante como Flaubert podemos aproximarnos a través de sus deliciosos Tres cuentos, que pueden ser el paso previo perfecto a su Madame Bovary o su Salambó.
El nombre de Herman Mellville está asociado para siempre al de Moby Dick, pero se puede acercar uno a la obra del estadounidense por obras menos exigentes en cuanto a tiempo, aunque nunca podremos dejar de recomendar que se lea al menos una vez en la vida. Benito Cereno y Bartleby el escribiente son obras maestras que se pueden degustar ambas incluso en un mismo día, gracias a su corta extensión. Su compatriota Henry James nos dejó una obra extensa entre la que podemos destacar Otra vuelta de tuerca, un relato fundacional que no ha dejado de maravillar a los lectores desde su publicación.
Ya entrado el siglo XX, hay autores fundamentales que nos dejaron obras tan breves como influyentes. La metamorfosis es quizás el ejemplo más claro que como en poco más de 100 páginas se puede crear una obra que resuena hasta nuestros días. Albert Camus es otro de esos faros a los que siempre podemos recurrir y, si no lo hemos hecho ya, leer en apenas unas horas El extranjero y La caída. Thomas Mann es otro nombre ineludible, pero los que no se atrevan todavía con La montaña mágina, debería iniciarse con La muerte en Venecia.
Cambiando de continente de nuevo, la literatura sudamericana nos ha deparado obras río, pero también otras tan accesibles como Pedro Páramo, las Ficciones de Borges o El túneld, e Sábato. Y los que no se hayan iniciado en la literatura asiática tienen en La perla y otros cuentos de Mishima una entrada abierta de par en par. Elige tu clásico, ya no hay excusa.