Abel Pintos: “Ser un tipo popular me emociona”
El músico se presenta el martes, miércoles y jueves en Metropolitano. Aquí habla de su pasión por cantar y de su sueño de ser actor de cine
Abel Pintos relojea la postal del Paraná desde la ventana de un hotel de Puerto Norte. Estamos en la suite presidencial de un piso alto, muy alto. La misma altura que le dan los rankings, los discos vendidos, los tickets cortados, los premios ganados. Pero, como bien lo aclaró en el Facebook Live con La Capital, él no mide el éxito desde la altura de esos logros: “Yo quiero cantar todos los días de mi vida y si es posible todo el día. Ese es mi éxito”.
Pintos presenta en Rosario “La familia festeja fuerte”, que es el registro en vivo de dos recitales en el estadio de River, editado en dos CDs, un DVD y un libro de fotografías. Para celebrar ese lanzamiento habrá tres shows, el martes, miércoles y jueves, desde las 21, en Metropolitano (Alto Rosario).
En la entrevista, el músico nacido en Bahía Blanca hace 34 años habló de la comunión energética que tiene con la gente, de su elección de escuchar más y opinar menos, de la diferencia entre ser famoso y ser popular y hasta del sueño de actuar en cine en el rol de Sherlock Holmes. Popular, famoso, músico, ¿actor?, con ustedes, Abel.
—”La familia festeja fuerte” refleja “el encuentro tuyo con la gente y la gente adentro tuyo”. ¿Cómo podés explicar ese sentimiento?
—Es ese tercer ente del que hablo en el prólogo, es lo que considero que es lo que se logra únicamente entre el público y yo, pero no porque yo sea un artista excepcional o el público sea distinto a cualquier otro. Es lo que se genera entre dos personas o entre dos cuerpos energéticos compartiendo esa energía, pero creando algo más, que es ese vínculo. Además, ese vínculo tiene forma, tiene un audio en el caso de los conciertos, que es cuando se mezcla lo que estoy cantando con lo que canta el público también. Y eso ocupa un espacio que se puede sentir en el lugar. Y ese vínculo, y poder sentirlo de forma tan certera y tan clara, es lo que más ansío cada vez que subo a un escenario. La verdad es que si subo a un escenario y entrego lo que quiero entregar y suelto todo lo que quiero compartir y no se provoca aquello es porque no hay comuniones ni reciprocidad, y entonces terminaría cada concierto exhausto de energía, vacío. Y es al contrario, cada concierto lo termino pleno porque entregué todo físicamente y emocionalmente, pero al mismo tiempo recibí muchísimo de la otra parte, con la misma intención y la misma intensidad. De eso hablo en el prólogo de este material y esa es como la zanahoria de cada concierto.
—LLevás la palabra Gratitud tatuada en tu cuello. ¿A quién le agradecés desde ese tatuaje?
—El hecho de haberme tatuado Gratitud tiene que ver con que hace un año atrás, viviendo una situación personal delicada y que sugería mucha tristeza, enojo y hasta frustración, me di cuenta que aún en ese tiempo, cada día cuando despertaba, más que dolor, lo que sentía por sobre todas esas cosas era el sentido de gratitud con la vida y con Dios porque tenía las herramientas intelectuales, emocionales y físicas para sobrellevar ese día las cosas de la manera más amable posible dentro de lo triste que era el contexto. Hay pasajes del camino que son sombríos y difíciles, pero cuando tranquilamente podía estar enojado con mi fe, con la vida, o con personas incluso, por sobre todo estaba ese sentimiento de decir “qué bueno que puedo llevarlo adelante de la mejor manera posible”. Pasado eso y en retrospectiva pude advertirlo y me di cuenta que había entrado en el estado que yo considero muy cercano a la gratitud, más allá del ejercicio constante de dar las gracias.
—¿La popularidad te motiva, la disfrutás o te da fobia?
—La disfruto mucho y me siento muy privilegiado. Tengo siempre la sensación de que uno puede ser muy famoso por motivos muy positivos y también podés ser muy famoso por motivos muy negativos. Pero no podés ser popular por motivos negativos, sólo podés ser popular por lazos positivos, y eso me hace sentir muy privilegiado. Además la popularidad trasciende el fanatismo, yo de repente me siento muy bien tratado, cuidado, considerado y querido por gente que ni me escucha siquiera, ¿sabés?, que no va a los conciertos ni compran los discos, que no son especialmente fanáticos y que tal vez ni puedan mencionar siquiera una canción mía. Pero seguro que me conocen y no sólo me sacan la ficha en la calle, saben que empecé de chico, que arranqué en el folclore, que después incursioné en otros géneros, que después hice mis canciones, saben que tengo canciones conocidas, y eso a mí me conmueve mucho. La popularidad a mí me significa eso y ser un tipo popular me emociona.
—¿Te planteás después del éxito qué viene?
—No, porque yo ligo mucho el éxito a la realización personal. Me parece que la palabra éxito es como un sinónimo rimbombante de lo que significa la realización. Luego el éxito comercial y el éxito artístico es lo que uno puede perseguir con los distintos proyectos y ambiciones artísticas también, o del negocio, o lo que sea. Cuando yo hago un concierto, si nos proponemos cortar 3.000 tickets y cortamos 300, el concierto lo voy a hacer igual y voy a subir al escenario y voy a cantar igual. Y voy a estar cumpliendo con mi deseo fundamental y primero, por el que todo esto se generó y se sigue generando, y que es que yo quiero cantar todos los días de mi vida y si es posible todo el día. Ese es mi éxito, porque es mi realización personal. El único motivo por el que no podría realizarme personalmente o no podría tener éxito sería porque yo no me cuidara o algo me sucediera que me evitara cantar, o que entrara en una suerte de conflicto con aquel deseo primero. Luego, todo lo demás, es el éxito que está sujeto a cosas que no controlás, y yo no puedo hacerme cargo de eso en donde tengo poco o nada que hacer.
—Más allá del éxito, nunca te tocó atravesar una Argentina con una grieta tan grande, en donde muchos artistas levantan su bandera. ¿Cuál es la bandera de Abel Pintos?
—En órdenes generales, no soy un hombre de emitir opiniones. No lo hago en lo artístico porque no lo hago en mi fuero más íntimo. En mi familia, entre mis amigos, soy un tipo que suele escuchar más, pero en general suelo considerar si tengo algo que hacer ahí o no tengo que hacer. Y si tengo algo que hacer voy a accionar, a cumplir mi papel, siempre en conexión con mis ideales. Pero el palabrerío no lo necesito, no me gusta ocupar ese sitio, y que digan “qué bien que piensa este muchacho” o “qué mal que piensa”. No sé si alguien elige dar opiniones como un elemento artístico, pero desde pequeño no emití opiniones, soy de actuar. Cuando hago determinadas acciones, por mis distintas idiosincracias, nadie se entera porque no necesito que se enteren.
—Así como citaste que te pasa con el éxito, hay mensajes que dan tus canciones que también se te pueden ir de las manos. ¿Te pasó alguna vez?
—Seguramente, porque cuando escribís una canción, por más literal que sea siempre es muy personal, y no sabés hasta que punto alguien más necesita eso, incluso cuando son canciones de opinión. Porque también está de qué manera das tu opinión, no sólo cómo pensás sino cómo lo transmitís, porque hay gente que piensa muy bien pero comunica muy mal.
—¿Tenés otra inclinación artística más allá de la música, así como Fito hace películas y escribe novelas o Charly pinta, por ejemplo?
—Hay algo que me genera ilusión de poder abordarlo, pero no he podido concretar en alguna forma: me gustaría escribir algo en narrativa y también quisiera interferir en el cine, tanto en la actuación como en la producción.
—¿O sea que tiembla Darín?
—No, de ninguna manera (risas).
—¿Pero te ves componiendo a un villano o un superhéroe?
—No, de momento no me veo componiendo nada porque no tengo ningún tipo de herramientas, ni siquiera la experiencia como tal, pero me gustaría mucho hacer lo que se llama un bolo, ¿no? A mí me genera algo, me parecen muy interesantes las apariciones de músicos en películas, cuando de repente aparecen, sirven un whisky y se van. Siempre me quedo como diciendo “uy, qué bueno eso”. Yo soy fanático de la saga de “Piratas del Caribe” y cuando aparece Keith Richards, que tiene al final una conversación y que resulta ser hermano de Johnny Depp, yo lo hubiese dejado sólo cuando lo enfocan, que era un guardián, me parecía espectacular, súper bien.
—Preparate porque después de esto algunos directores de cine te van a llamar…
—Ojalá, esperemos (risas).
—Los días sin show y sin ensayo, ¿ves Netflix, escuchás música o leés?
—No sé, porque no soy de las personas que tienen un gusto específico por géneros. Me pasa en todos los órdenes artísticos, en la música me pasa igual y en la literatura también. Leo más de lo que miro películas y series, probablemente mire alguna película o serie como descanso de la lectura. Aprovecho mucho para dormir y me gusta hacer alguna actividad física en mi casa, correr, salir a caminar o alguna práctica de yoga, pero en mi caso, eso lo extraño mucho.
—¿No sos de los que se mandan un atracón de series durante una tarde?
—Depende, tengo que encontrar algo que a mí me resulte una joya, por ejemplo “Sherlock” me fanatiza bastante, como todo el universo Sherlock Holmes. Cuando descubrí la versión inglesa de “Sherlock” en la BBC la vi en un día. Me pasó también con “House of Cards”, cuando la descubrí estuve casi un día sin dormir porque vi todos los capítulos que había a disposición. Y con “Breaking Bad” me pasó lo mismo. Es muy difícil que aparezca algo que me atrape de semejante manera.
—Por lo pronto, ya muchos te imaginan con sombrero, sobretodo y pipa a punto de resolver un caso.
—(Risas) Sí, todo el mundo Sherlock Holmes me seduce mucho.
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