ARCHIVO: El ocaso del Príncipe
Storni está procesado por abuso sexual en una causa que pasó a la instancia de sentencia el 26 de julio pasado. ¿Qué hacen hoy los ex vicarios de su gestión? ¿Cómo se reubicaron tras la llegada del nuevo arzobispo? A cuatro años de las denuncias contra el entonces arzobispo santafesino, Notife actualiza el derrotero de quien fuera durante 18 años uno de los hombres más poderosos de la provincia. Para su abogado defensor, el inicio de la causa tuvo motivaciones políticas y sociales.El ex arzobispo llegó a la localidad cordobesa de La Falda a fines de diciembre de 2002 y se instaló allí definitivamente. Ya había renunciado a su cargo tras el escándalo que lo rodeaba por las denuncias por abuso sexual en su contra. Ahora, en su calidad de obispo emérito, pasa los días ocupado en la escritura de sus memorias y sólo habla con algunas personas que son de su estrecha confianza.De hecho, sólo habló una vez con el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñañez, y fue para comunicarle su desembarco en las sierras. “Monseñor Ñañez no tiene ningún contacto con Storni, por lo que no sabe cuáles son sus intenciones de permanencia, sus movimientos, ni con quién está viviendo. No oficia misas en forma pública, aunque puede realizar los santos sacramentos en privado. Por este tema, el arzobispo (Ñañez) entiende que no amerita tener una entrevista con el medio”, le dijo a Notife el encargado de prensa del Arzobispado de Córdoba.Storni tampoco tiene contacto con el sacerdote Ramón Sánchez, párroco de la Iglesia del Santísimo Sacramento de La Falda, ubicada a sólo dos cuadras y media de la antigua casa de dos plantas que habita en la calle Bella Vista 161. “Está completamente recluido, no habla con nadie, no sale a la calle –comenta una calificada fuente clerical–. Ñañez sólo sabe que está ahí; Storni, en todos estos años, no le ha pedido una sola audiencia. Además, en la Argentina, los obispos no tienen relaciones entre sí sino que es directamente a través del Vaticano, así que suponemos que el proceso suyo se está sustanciando en Roma”, agrega el informante.Por cierto, y como prueba del ostracismo del ex hombre fuerte de la Iglesia santafesina, sus presentaciones públicas son bastantes económicas. “El cura párroco de La Falda, Ramón Sánchez, no tiene noticias de él. Cuando llegó, Storni fue a visitarlo, se presentó y le manifestó que se iba a instalar en la casa que actualmente habita, pero el padre Ramón no lo volvió a ver nunca más”, comenta un sacerdote de la Arquidiócesis que brinda información a cambio de anonimato.El inmueble de calle Bella Vista 161 está ubicado en una zona residencial y fue adquirido por el Arzobispado santafesino en diciembre del 2002 por la suma de 100 mil pesos, aproximadamente. La decisión fue compartida entre el entonces administrador apostólico, monseñor Moisés Blanchoud, y los miembros del Consejo Episcopal, quienes se reunieron especialmente hace cuatro veranos para definir la compra.Aquella vez, Blanchoud citó a todos los consejeros para decidir la transacción inmobiliaria. Entonces, el organismo arquidiocesano estaba integrado por los vicarios Marcelo Mateo, Edgar Stoffel, Mario Grassi y Hugo Capello, y por los presbíteros Ricardo Mauti, Mario D’Angelo y Marcelo Frank. En esa oportunidad, Blanchoud rompió el hielo: “Miren, la decisión esta tomada: tenemos esta casa en La Falda y la vamos a comprar para Storni. Necesito el apoyo de ustedes, debemos descomprimir del todo esta situación”, dijo el anciano sacerdote.La discusión se prolongó por espacio de dos horas y, en ciertos tramos, fue áspera. “Por supuesto, no vamos a dejar a Edgardo en la calle después de 18 años al frente de la Iglesia (…) Todos fuimos ayudados por él, no deberíamos estar discutiendo esto”, dijeron los adherentes.El vicario para la Pastoral Social y párroco de la Iglesia San Cayetano, Edgar Stoffel, irrumpió: “Es cierto, todos fuimos ayudados por él, pero yo sé lo que es embarrarse y sé lo que es ayudar a los chicos llenos de mocos por el frío. No me parece (la compra), es mucha plata, y más para una Diócesis que tiene tantos reclamos sociales”.Mauti, D’Angelo, Grassi, Capello y Mateo votaron por la compra; se opusieron Frank y Stoffel. Primó la posición más práctica. Además, Storni había recurrido al Derecho Canónico que asiste a los obispos que piden radicarse en otras localidades por razones excepcionales. Años más tarde, uno de los que votaron a favor reconoció en privado los motivos de su decisión: “No nos quedaba otra, aunque yo sabía que el planteo del Gordo era correctísimo”, dijo una ex espada del stornismo en referencia a Stoffel, que se opuso a la adquisición del inmueble. Muchos de los que bancaron a Storni en las malas, hoy siguen ocupando puestos claves en la estructura de la Iglesia santafesina pese a que, tras el arribo de monseñor José María Arancedo, se había anunciado un proceso de oxigenación.
EL AVISO DEL DERRUMBE
En febrero de 2002, las denuncias contra Edgardo Gabriel Storni volvieron a resonar en Roma, en plena visita ad limina a la que asistieron un grupo de obispos argentinos. Aquella vez fue la última en que se discutió, sin escándalos mediáticos, una salida elegante para el “desprolijo” ministro religioso.En el año 2000 resonó con fuerza la de idea de trasladar a Storni a la Biblioteca del Vaticano, pero la suerte del arzobispo se vio dilatada por un problema de salud de su madre. Algunas fuentes de la Diócesis local coinciden en marcar, como principio de su caída, el pedido de traslado que hicieron en Buenos Aires, algunos meses antes, dos sacerdotes santafesinos ante el entonces nuncio apostólico en Argentina, Santos Abril y Castelló. La información nunca pudo confirmarse oficialmente por el estricto carácter secreto que suelen tener esas charlas en lo más alto del poder eclesiástico.
NUESTRA SANTA MADRE
El domingo 11 de agosto del año 2002, la carpa dispuesta en el Predio Ferial de la ciudad de Santa Fe estaba repleta. Ese día la escritora Olga Wornat presentó una voluminosa investigación periodística que detallaba una veintena de hechos escandalosos que rodeaban –y aún hoy rodean– a la Iglesia argentina.Fue en el marco de la VIII Feria del Libro de Santa Fe. El material, que aún no había llegado a las librerías, dedicaba unas cuantas páginas al por entonces arzobispo local, en donde se lo señalaba como un acosador sexual de jóvenes en formación espiritual que cursaban sus estudios en el Seminario santafesino. El capítulo, titulado “El Príncipe y el Pastor”, marcaba las diferencias pastorales, y de conductas públicas y privadas, entre el anterior administrador de la diócesis, Vicente Faustino Zaspe, el Pastor, y Edgardo Gabriel Storni, el Príncipe.Wornat basó su relato en la investigación que la Santa Sede le había encomendado al arzobispo de Mendoza, José María Arancibia, en 1994, tras una serie de denuncias similares formalizadas por sacerdotes. El jefe de la Diócesis mendocina se instaló entonces en la ciudad de Paraná, en casa de monseñor Estanislao Karlic, y desde allí recibió las declaraciones de 49 testigos, entre seminaristas, laicos, sacerdotes y hasta el ex juez Federal Raúl Dalla Fontana. Las conclusiones viajaron a Roma y, desde entonces, estuvieron en conocimiento del Papa Juan Pablo II, de los cardenales y de la Nunciatura local. Debieron pasar ocho años para que los escándalos sexuales protagonizados por el ex arzobispo de Santa Fe vuelvan a estallar en la cara de la feligresía y de la sociedad en general.El 21 de diciembre de 1994, el diario Rosario/12 publicó una nota titulada “Por Voluntad de Dios”, en donde se adelantaba la información de la investigación ordenada por el Vaticano sobre las conductas de Storni. Rápidamente la información fue arrasada por los hechos coyunturales que suelen arbitrar en las agendas de los medios y por las presiones del poder político, que inmediatamente se solidarizó con el arzobispo.La investigación de Wornat reavivó el debate sobre el manejo de la Diócesis y, claro está, sobre el comportamiento de su líder. Por cierto, apenas unas horas después, los datos aportados en el libro se judicializaron y ése fue el principio de la caída de Storni.Los viejos testimonios que acompañan el Informe Arancibia se refrescaron, pero esta vez en el despacho del juez de Instrucción de la Quinta Nominación, Eduardo Giovannini, quien falleció tiempo después. El magistrado entendió que había elementos suficientes y procesó a Storni por abuso sexual, resolución que fue confirmada por la Sala IV de la Cámara de Apelaciones y apelada luego por el abogado defensor de Storni, el reconocido penalista Eduardo Jauchen. El 26 de julio de este año, las causas acumuladas que incriminan al ex arzobispo y a sus ex vicarios fueron elevadas al juzgado de Sentencia Nº 2, a cargo del doctor Alejandro Echarte.
LA CONVULSIÓN
Los días que siguieron a la presentación del libro de Wornat empujaron a los conocedores del tema a hablar una vez más del entripado que siempre conmovió a la comunidad católica santafesina. El padre José Guntern, viejo cura de la Diócesis, confirmó públicamente que observó “por escrito los desvíos morales que Storni había tenido con jóvenes en formación” y relató el caso puntual de Martín Lascuraín –hijo de un juez del fuero laboral– que había sido víctima de “las caricias” del arzobispo durante un retiro espiritual, a principios de los años noventa.La periodista de la radio local LT10, Luciana Trinchieri, entrevistó al anciano sacerdote, cura de la parroquia San Roque, quien le habló sobre “el desliz” que tuvo Storni con el joven seminarista. El reportaje, que salio a la luz en el programa “De Radio Somos”, obligó a la decadente superestructura católica a actuar con diligencia.El 22 de agosto del 2002, Storni citó a todos los vicarios a una reunión urgente en la sede del Arzobispado. Allí se reunieron Mario Grassi (vicario para la Educación), Edgar Stoffel (Pastoral Social), Hugo Capello (vicario General), Alejandro Bovero (Judicial), Marcelo Mateo (Cultura) y el canciller Carlos Sacatizza. Este último pasó a buscar a Guntern por la parroquia y lo trasladó a la sede del Arzobispado esa misma noche. El único que no estuvo presente fue Bovero.Esa noche, Storni se recluyó en una de las habitaciones del edificio del Arzobispado, ubicado a pocos metros de Tribunales y de Casa de Gobierno. La curia convocó al escribano Ricardo Chaminaud para oficializar –bajo presión– la firma del Padre Guntern, donde debía retractarse de sus dichos públicos que incriminaban a Storni. Del mismo modo, el sacerdote debía firmar un acta canónica que esa misma noche llegaría a los despachos del Vaticano.“Firmá, atorrante… mirá que te podés morir”, llegó a decirle Capello a Guntern. El anciano sacerdote no aguantó el apriete y rubricó las actas. Pero el insomnio y la culpa lo obligaron a confiarle lo sucedido a un amigo, quien le aconsejó ventilar los sucesos. Al día siguiente, el cura octogenario radicó la denuncia en la Seccional V de la Policía santafesina y se abrió otro expediente judicial, esta vez por coacciones. La investigación fue tramitada por el juez Julio César Costa.Mucho antes de ser procesado por ambos episodios –aunque luego sería sobreseído por el delito de “instigación a la coacción”–, y a días de cumplir 18 años al frente de la Diócesis santafesina, Edgardo Gabriel Storni presentó su renuncia ante la Santa Sede. Fue en el año 2002, el mismo día en que los estudiantes festejan su día y la llegada de la primavera. “Esta presentación de mi renuncia es un servicio pastoral más a la Iglesia que amo y he tratado de servir a lo largo de mi vida como sucesor de los apóstoles y vicario de Cristo”, rezaba la dimisión.
LOS PROCESOS JUDICALES
“Desconozco los motivos por los cuales Storni me eligió y quién le recomendó mi persona para que ejerciera su defensa”, le dice a Notife el abogado penalista Eduardo Jauchen, sentado en su estudio, cuatro años después de los escandalosos sucesos que obligaron a su cliente a renunciar. “Recibí una llamada telefónica de Storni, que después fueron varias, donde me pidió que lo defienda en la causa que se le había abierto. Le dije que sí y, como él se encontraba en el Vaticano, le pedí que me enviara desde allá una designación como defensor vía fax”, recuerda.Storni fue acusado por el delito de abuso sexual en tres casos. El de Lascurain, ya tratado anteriormente, el de Pablo Ordano, quien actualmente reside en Chile, y el del ex seminarista Rubén Descalzo. Tras la apelación de Jauchen, sólo quedó firme este último.Descalzo denunció ante el juez Giovannini que, previo a un viaje de descanso a Córdoba –en enero de 1993–, Storni tuvo con él un gesto inequívocamente sexual en pleno Arzobispado. Fue en diciembre del año anterior, cuando el jefe de la Diócesis lo citó para convencerlo de asistir a ese viaje, ya que el ánimo de Descalzo era endeble luego del fallecimiento de su madre. “Stroni me abrazó, me rodeó la cintura con sus brazos y puso su cara cerca de mi cuello. Eso se prolongó, luego sonó el timbre. Era su hermana. Nos saludamos, y yo aproveché la oportunidad para irme”, relató el joven que, entonces, tenía 19 años.“Yo pedí el sobreseimiento por los tres hechos y el juez me hizo lugar a dos de los supuestos, que fueron los casos de Lascurain y Ordano. Pero quedó firme el de Descalzo. Lo apelé por varios motivos, uno de ellos por prescripción. Incluso, el fiscal de Cámara hace lugar a mi pedido y le solicita a la Cámara de Apelaciones que también haga lugar. No obstante eso, la sala IV, de oficio y en contra del Ministerio Público, le confirma el procesamiento (el 25 de febrero de 2003). Esa resolución fue motivo de un recurso de inconstitucionalidad presentado ante la Corte Provincial y de un recurso extraordinario elevado ante la Corte de la Nación, que lo denegó porque faltaba el requisito de la sentencia definitiva. Actualmente, sigue en trámite el recurso ante la Corte santafesina”, destaca Jauchen.Sobre la otra causa abierta, la de “instigación a la coacción” por el episodio Guntern, el ex arzobispo santafesino quedó desvinculado, ya que la Justicia santafesina entendió que Storni no formó parte del “operativo retractación”. En sus argumentos, la Cámara Penal (que le revoca el procesamiento por instigación a la coacción) señala en su resolución del 8 de septiembre de 2005 que “no existe prueba concreta para mantener la imputación. Las coacciones que estimativamente otros imputados habrían desplegado sobre un tercero no están suficientemente demostradas que fueron producidas como consecuencias de instrucciones del aquí procesado”.Por esta misma causa, el juez Julio César Costa procesó –el 25 de noviembre de 2002– por coacciones en perjuicio del Padre Guntern a los sacerdotes Marcelo Mateo, Hugo Capello (ambos defendidos también por Jauchen), Mario Grassi y Edgard Stoffel. Del mismo modo, el magistrado desvinculó al ex canciller Carlos Scatizza del episodio.
–¿Por qué usted considera que Storni no debería seguir procesado y menos aún condenado? –le preguntó esta revista a Jauchen
.–Porque los hechos por los cuales se lo investiga y acusa ya han prescripto y porque no hay elementos suficientes para incriminarlo de los hechos denunciados.
–Entonces…
–Yo ya me he cansado de decir públicamente que no hay ningún elemento que acredite fehacientemente un grado de probabilidad, son muy remotos.Pienso que la iniciación de esta causa ha tenido como motivo otras cuestiones.
–¿Políticas, religiosas, sociales…?
–Un poco mezcladas…–¿Y de dónde vienen esas motivaciones?–No sé, no me he encargado de investigar el por qué, no me interesa. Cualquier otra persona en la misma situación ya hubiese sido sobreseída por el paso del tiempo
Algunos días después de esta entrevista, el juez de Instrucción de la Quinta Nominación, Darío Sanchez (que tenía bajo su tramitación las causas acumuladas), elevó a juicio los dos expedientes y ahora la suerte del Príncipe estará en manos del magistrado de sentencia de la Segunda Nominación, Alejandro Echarte.
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