Argentina dejó todo, pero no pudo con EE.UU.
Nada para reprochar a un equipo que responde con tanto corazón a las adversidades. A esta altura sólo se puede decir gracias y más gracias a un grupo de jugadores que dejó todo por defender la medalla dorada y que jamás bajó los brazos, ni siquiera cuando tras un muy mal primer cuarto se vio abajo por 19 puntos (30-11) y con Ginóbili lesionado. La derrota duele, es cierto, pero no debe engañar. Lo conseguido por la Generación Dorada en esta década deja en un segundo plano una eliminación por 101-81 a manos de la mejor versión del Dream Team desde el histórico conjunto conformado por Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Scottie Pippen, Charles Barkley, entre otros. No sólo se trata del oro en Atenas, del subcampeonato en el Mundial de Indianápolis 2002 y del cuarto puesto en el Mundial de Japón 2006, sino de la mística que se sembró para el futuro. Porque son muchos los chicos que, a partir de crecer viendo jugar a Manu, Scola, Nocioni y a todos estos monstruos, sueñan con ponerse la camiseta de la Selección Argentina. Si el primer –y enorme- paso para el desarrollo del básquet en nuestro país fue la creación de la Liga Nacional, en algunos años se podrá marcar a esta camada como la continuación perfecta del inteligente plan trazado por el inolvidable León Najnudel.
Hasta minutos antes del duelo, el que había estaba en duda era Nocioni. La tendinitis en que sufrió ante Grecia obligó a Hernández a esperar hasta último momento para decidir su participación. Incluso, tras recibir el visto bueno del médico, el Oveja decidió que arrancara como suplente y recién ingresó a 3:39 para el final del primer parcial, cuando Manu tuvo que salir por su problema en el tobillo izquierdo. Y el Chapu disminuido físicamente y luchando contra Lebron James y Carmelo Anthony, revitalizó al equipo, que se olvidó rápido de la salida de Manu, con todo lo que eso implica y empezó a jugar el básquet que más le gusta y le conviene: el del control, el de la presión asfixiante y el que apuesta al desequilibrio de Scola.
Si el 30-11 a favor del Dream Team en los primeros diez minutos hizo pensar un resultado final astronómico, la reacción argentina en el segundo cuarto puso las cosas en su lugar. Se apoyó la Selección en un inspirado Scola, goleador del partido con 26 puntos, en la tremenda actitud en defensa de Nocioni y en la cuota de gol que aportó Delfino para llevarse el cuarto (29-19) e irse al descanso largo abajo por sólo nueve, 49-40.
Pero a la larga la ausencia de Ginóbili se notó. Quizás con él en cancha hubiera sido otra la historia en la segunda mitad, donde Estados Unidos volvió a encontrar facilidades en su camino al aro. En este aspecto influyó la merma en la intensidad defensiva argentina debido a la rotación y también la baja en cuanto al porcentaje de tiros de campo. Los rebotes no tuvieron mayor incidencia que la normal, porque siempre fueron patrimonio del Dream Team (43 contra 32 en el juego).
Ya con la cuestión sentenciada, Hernández quiso cuidar a sus soldados y mandó a la cancha a los que menos juegan. No vaya a ser cosa que lo que le sucedió a Ginóbili se repitiera en otro. Así, excepto Kammerichs, todos tuvieron sus minutos y si bien se buscó mantener la diferencia, que finalmente fue de 20 (101-81) se empezó a pensar en la lucha por el bronce. La cita será el próximo domingo a la 1 de la madrugada. Ahí, estos guerreros irán con todo, como siempre, por traer lo que vinieron a buscar: una medalla. No quedan dudas que más allá de que sea de bronce, se valorará como si fuera dorada. Y si no se logra, también se sabrá disfrutar de ser la única Selección en estar entre los cuatro mejores en los dos últimos Juegos Olímpicos y en los dos últimos Mundiales.
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