Barras afuera del paraíso
No es un miércoles cualquiera en Sudáfrica. Es el Día de la Juventud. Se recuerda a Héctor Pieterson, un chico de 13 años baleado el 16 de junio de 1976, en una represión policial a 20 mil alumnos negros que no aceptaban en sus estudios la aplicación de la lengua afrikaans, la de los blancos. Y se homenajea a otros 572 chicos que fallecieron en aquella jornada histórica de rebelión contra el apartheid. La matanza de Soweto no debe olvidarse jamás. Memoria. Feriado nacional. Se camina a paso de tortuga en el centro de esta ciudad, a pasitos de la Church Square. Casi no hay gente en las calles. El tránsito es liviano. Lo único pesado ocurre en el Christian Progressive College. Entran y salen. Son policías. Son empleados de migraciones con chalecos fluorescentes verdes. Estacionados frente a la puerta, cuatro patrulleros, dos celulares para trasladar detenidos y media decena de autos sin identificación que pertenecen a otros efectivos que ya están adentro del lugar. Es el operativo de deportación de otros 19 barras de Hinchadas Unidas Argentinas, la ONG que trajo a unos 250 hinchas al Mundial, liderada por Marcelo Mallo, vinculado al kirchnerismo.
A las 9.15, en el pequeño hall de acceso a la escuelita de los barras pintado de celeste, hay un pequeño escritorio de madera maltratada donde nadie juega a ser recepcionista. Clarín avanza. Un día antes, en el Mandela Square, en Sandton, tras una larga charla, Mallo había invitado a conocer la intimidad de su gente. Quería mostrar los splits en las aulas, las cocinas industriales, un par de freezers inmensos, las 40 computadoras. Todo lo que, según él, le quedará a la escuela tras hospedar a los barras.
En la búsqueda de Mallo, se llega a una puerta lateral angosta. Allá, en el fondo, hay otro pasadizo que desemboca en un patio. La mirada no es completa porque hace un recorrido oblicuo. De todos modos, la imagen es nítida: formados como en una cárcel, los barras con caras tensas esperan.
La tentación gana. Adentro. Pero no: desde un costado, aparece un policía de raza negra, gigante, con un arma larga. Exige el retroceso. Supone que periodista y fotógrafo son barras. Pide pasaporte y se relaja recién al ver la acreditación para el Mundial. Afuera, en la vereda, se dibujan también escenas de una requisa que no es la primera pero sí la más brava, que arrancó a las 7, que obligó a todos a mostrar pasaportes y a posar para la foto, que disparó lágrimas en un par de barras que se asustaron al extremo por la rudeza de la policía local.
Primero, a las 9.40, salen las valijas de los deportados llevadas por hombres de migraciones, que gambetean puestos callejeros de frutas y ropa, y las ubican en la caja de una camioneta. Los barras tienen turno una hora más tarde: custodiados, pero sin esposas, caminan hacia un celular. Miran con bronca. Al ratito, sonido de sirenas. Arranca la caravana policial. Se van los primeros deportados de la escuelita, los que observaron el debut ante Nigeria tomando champagne en un palco VIP de 200 dólares. No habían disfrutado ese placer los anteriores 12 barras devueltos por la policía sudafricana que no superaron la barrera de migraciones del aeropuerto.
Mallo atiende a Clarín antes de volver a Buenos Aires por temas comerciales: "Son siete los pibes que se llevaron, son del ascenso y cordobeses. Es por antecedentes, pero acá no hicieron lío. Es más, a uno de Gimnasia le faltaba el celular y se lo había robado uno de seguridad de la escuela, que fue preso".
Más tarde, se agrandará el número hasta 19, con hinchas de Tigre, Godoy Cruz, Laferrere y San Telmo. Y aparecerá el motivo oficial al que le faltan los incidentes pequeños en el debut de Argentina: "Estaban en observación desde que fueron vistos en dos estadios sin entradas y comportándose mal, agrediendo a otros hinchas y causando problemas. Hay fotos y videos. Por eso se van", dijo la brigadier Sally de Beer, quien aclaró que el grupo fue entregado a la División de Inmigraciones del Departamento Interior, para darle forma a la deportación.
La idea era mandarlos de vuelta ayer a las 15.30, vía Angola. Pero como aquí fue feriado porque la matanza de Soweto no se olvida, no había personal para procesar la documentación, para sacar huellas y para darle copia al decreto de expulsión. Así se quedaron en esta ciudad, en el departamento de migraciones de una comisaría. La deportación, si hay pasajes, hoy se coronará. Según el Subsef y la Policía Federal, que vienen trabajando en conjunto con la policía local, habrá barras de HUA alentando a la Selección ante Corea del Sur. Habrían conseguido las entradas que tanto buscaban. Eso sí, les sobrarán 19. Seguro intentarán recuperar unos pesos en la reventa…
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