Bruce Willis en el papel de Duhalde
La Presidenta está jugando toda la influencia de Timerman sobre la administración Obama para torcer el rumbo en Hollywood. Sin embargo, la decisión está tomada: para su desconsuelo no será Joe Pesci quien represente el papel de Eduardo Duhalde sino Bruce Willis.
Ello ocurrirá en la secuela de la interesante "Sexto Sentido", dirigida por M. Night Shyamalan. El actor, otrora famoso por interpretar héroes de acción, volverá así a encarnar el papel de un fenecido que ignora su condición. Y el ahora veinteañero Joel Osment podrá repetir la línea que lo hizo famoso: "I see dead people" ("Veo gente muerta", en castellano).
Hay algunas similitudes entre ambos si se tiene en cuenta que Duhalde también desempeñó una importante tarea profesional pero terminó ultimado por una persona a la cual ayudó. Los productores están ahora buscando quiénes podrían interpretar el rol de otros exangües opositores.
El proyecto fílmico surgió luego de la primera etapa de las internas del Peronismo Federal, celebrada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo pasado. Tras la asistencia de poco más de 33.000 sufragantes (menos del 2% de los votantes a jefe de Gobierno en 2007), los representantes de los candidatos no dudaron en describirse como impresionados por lo elevado de la cifra. Un asombro similar al que suelen expresar aquellas señoritas que ejercen la denominada "profesión más antigua de los tiempos" ante las supuestas dotes amatorias de sus clientes.
Molestos con la poca diferencia obtenida en un territorio donde Duhalde es más conocido, desde ese sector se acusó por lo bajo al Gobierno y sus aliados de mandar votantes en apoyo de Alberto Rodríguez Saá. Y en este último bando dejaban entrever que el macrismo había colaborado con sufragantes para el bonaerense. Es decir que los genuinos interesados en expresar su opinión deben haber sido bastantes menos (¿25.000?). Quizás esta afluencia inesperada explique por qué los organizadores se vieron forzados a agregar la indivisible cantidad de una urna en algunas de las quince mesas, tal como relató Adolfo Rodríguez Saa.
Al ser consultado en la conferencia de prensa posterior a la votación acerca del tiempo que se precisaría para conocer los resultados, el puntano que fuera efímeramente Presidente lo estimó en una hora. "¡O quizás treinta y cinco minutos!", se entusiasmó sin ser consciente de lo que ello implicaba respecto del aluvión de votos que -según los organizadores- debían contabilizarse. Y al ser entrevistado al momento de sufragar, su hermano reconoció que entre él y Duhalde no había nada en el pasado que los uniera. "De ahí la importancia de la interna, ya que es lo único que tenemos en común", sostuvo muy suelto de cuerpo.
Probablemente, estas diferencias de base sean el desafío que enfrentan los esfuerzos de algunos medios (y otros actores del establishment corporativo) por estimular la conformación de un gran frente electoral que enfrente a Cristina Fernández de Kirchner en octubre próximo.
Las formaciones que se proponen son dignas de un conjunto de Bilardo: no ensayarán con Abel Balbo de marcador de punta pero a varios les proponen "jugar" en lugares que no les resultan naturales. Así el equipo termina un tanto desorientado. La UCR no decide si debe aliarse con Binner, Pino Solanas y el GEN de Margarita Stolbizer o irse con Macri más el Peronismo Federal. Parte de este último prefiere a PRO antes que a otros justicialistas. En el radicalismo amagan con hacer internas anticipadas que son finalmente canceladas. Y las que vimos el fin de semana reciente se presentan como el primero de una serie de comicios irrelevantes. Por lo menos, Macri se evitó esos desaguisados al hacer un "Bailando por un candidato" cerrado al público: es que ante la ausencia de estructuras partidarias es necesario reemplazar los mecanismos tradicionales por otros más novedosos.
El problema real es precisamente ése: hoy no hay partidos en la Argentina. Salvo por el "Partido del Estado", que sí cuenta con un discurso homogéneo, multiplicidad de actores, varios relatores hábiles, una gran masa de recursos, más gran capacidad de movilización y de instalar agenda en los medios. Ante la ausencia de adversarios en la misma categoría boxística, el Gobierno se hace así dueño inapelable del ring, más allá de sus propios errores.
¿No es hora de que empezar elegir nuestro espacio de pertenencia de acuerdo a las ideas y dejando de lado si ganamos o perdemos en el corto plazo? Si el lugar por el que optamos depende sólo de la coyuntura, se vuelve imposible mantener una coherencia a lo largo del tiempo. Y aunque el debate actual parezca no dejar espacio para la moderación, todavía hay muchos jóvenes que miran y evalúan los actos de Clarín y del Gobierno desprovistos de los más arquetípicos prejuicios. Son representantes de una generación que no quiere ser de parte de La Cámpora pero tampoco de La Newman, y que aguardan una posibilidad de participar que sin dudas llegará.
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