Butch Cassidy
Robert –cuando no era Butch- era mormón. Casi todos los que nacen en Utah lo son, de modo que él también. Un buen mormón. Tanto que la autoridad eclesiástica mormona dejó que su padre cambiara su trabajo en la ciudad por unas hectáreas en los suburbios, para cambiar de hábitos. Allí creció Robert Leroy Parker cuando todavía no era Butch Cassidy.
Pero hoy en día no se puede confiar ni en los mormones. Y parece que a finales del 1800 tampoco. Los mormones encontraron una familia más religiosa aún que la de los Parker y los sacaron de la casita que les habían dado. Por eso Robert, el pequeño Robert, se resintió con los mormones, y a juzgar por sus pasos posteriores, con el mundo en general.
Sus pasos posteriores son historia conocida. Se hizo Butch (apócope de carnicero, por su primer trabajo) Cassidy (por el apellido de un vaquero que le enseñó a usar el rifle). Entonces no paró de asaltar trenes y bancos. Pero además, era el mejor asaltador de bancos. Junto a Sundance Kid, su inseparable amigo, hasta se dieron el irónico lujo de mandar una carta de agradecimiento a un gerente que habían despojado.
Hasta que vino el telégrafo. Maldito para ellos. Porque con ese aparato la policía daba cuenta relativamente enseguida de los pasos de los bandidos. Entonces los rodearon. Y Butch escapó, con Sundance y con Etta, la amante de éste último o quizás de los dos. Se vinieron a la Argentina, pese a que los perseguía la agencia de detectives Pinkerton de Nueva York y muchos otros.
Y llegaron a Cholila, este bello e ignoto pueblo del Chubut. Acá no había nada. Unas pocas familias, pastos altos para ocultarse y para que paste el ganado. Entonces se quedaron unos años. De 1900 a 1905. Se hicieron ganaderos y respetables vecinos. Puede que hayan contado con la ayuda de cierta policía o de algunos sectores políticos. Hasta un gobernador los visitó un día, aparentemente sin darse por enterado de quienes eran.
Después se cebaron. No se bancaron la vida pacífica del lugar, que aún hoy permanece. No pudieron solamente criar vaquitas hereford en una cabaña de techo de tejuelas y dos adyacentes que todavía sobreviven y que el municipio de Cholila está reconstruyendo porque hoy son atractivo turístico. Entonces Robert, que no era Butch como allá sino Ryan, se hizo otra vez Butch.
Salió otra vez a robar por la zona. Con Sundance y otros bandidos. Por un lado reclamaban tierras al gobierno y por el otro robaban bancos. Entonces la cosa no dio para más. Le mandaron la policía detrás, pero esta vez en serio. Y se tuvieron que ir. Dicen que a Bolivia. Paul Newmann, que lo representó en el cine, al menos murió ahí en la película de Hollywood. Pero ese no es asunto nuestro.
El tema es que después de la partida de Butch, Cholila se hizo famosa para siempre. Sepúlveda, el chico que cuida la casa ahora, es descendiente de un vecino y amigo de Butch. Ellos solo tienen buenos recuerdos de él. Alguna gente de la zona no quiere que muchos vengan a Cholila nomás porque allí vivieron los bandidos norteamericanos. Sólo que así es la cosa. Muchos vienen a ver esta casita que hoy está nuevamente en pie.
Una paradoja. A unos metros de la casita, hay una comisaría. En los tiempos de Cassidy no hubiera pasado. Cuando robaban por la zona, Butch y Sundance no invertían en tierras, a juzgar por el lugar donde vivieron, al lado de un riacho y con pocas hectáreas para cuidar. Nada que ver con los gringos de ahora que vienen con dinero también robado pero compran grandes extensiones.
Está bien. No ha de haber sido fácil convivir con la cercana presencia de semejante salteadores de caminos. Pero 100 años después, los Estados Unidos dieron al mundo un bandido inigualable; no se llama Butch, sino Bush. Y en esto Cholila no tuvo nada que ver.
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