CONDENAN A UN MECÁNICO DE 22 AÑOS DE CÁRCEL POR MATAR A DOS CONCUBINAS
Un mecánico fue condenado a 22 años de cárcel por matar a balazos a dos concubinas en menos de una década, en un fallo que también lo sentenció a pagarle 70 mil pesos de indemnización al padre de una de ellas. Si bien el primer crimen, ocurrido en 1994, se investigó como un episodio accidental con el acusado en libertad, nueve años después la historia se repitió: una pareja del mismo hombre apareció muerta en un descampado de la zona sur. Ese asesinato reactivó la causa por el anterior y así el mecánico terminó comprometido en ambas muertes. Ahora lo sentenciaron por asesinar a las dos mujeres, al término de relaciones conflictivas en las que eran sometidas a frecuentes maltratos.
La condena recayó sobre Miguel Adrián Ramírez, un mecánico naval de 37 años que se dedica a la reparación de motos en un taller de barrio Las Flores, en la zona sur de Rosario. La sentencia, firmada por el juez Ernesto Genesio y el secretario Ernesto Eiris, contempla como agravante de la pena que “no tuvo ningún reparo en disparar a mujeres prácticamente indefensas, que eran sometidas a malos tratos por parte de él”.
El acusado está preso en la Unidad III, de Riccheri y Zeballos, desde el 10 de junio de 2003. Ese día su última pareja fue encontrada muerta en un descampado cercano a su casa, en San Martín y Circunvalación, con un tiro en la frente. La joven, Jésica Yanina García, de 22 años, tenía una hija de cinco años fruto de la relación con el mecánico, quien quedó acusado del homicidio porque el dermotest le dio positivo. Según la investigación, mató a la mujer tras una discusión, delante de la hija de ambos, y luego se deshizo del cuerpo al arrojarlo entre pastizales.
Nueve años antes, el mecánico también había matado a una mujer. Pero entonces recuperó la libertad porque se encuadró el caso como resultado de un disparo accidental. La investigación de esa muerte aún no estaba cerrada cuando ocurrió el crimen de Yanina. Así, el asesinato de esta joven reactivó el expediente en el que estaba imputado de la otra muerte, la de su novia María del Carmen Medrano, de 20 años, el 3 de julio de 1994.
Esa noche la pareja había estado viendo un partido de fútbol en la casa de los padres de ella. De allí se fueron a la casa donde él vivía entonces, en el pasaje 421 al 6900. Ramírez contó que esa noche, luego de tener relaciones sexuales, su novia sacó un arma que él había comprado “por zurda” y que guardaba bajo el colchón. Era una pistola calibre 6.35. El mecánico sostuvo que estaban jugando con la pistola cuando a él se le escapó un tiro que impactó en el abdomen de su novia. El mismo la cargó en su auto y la llevó hasta el Hospital Roque Sáenz Peña, donde la joven falleció.
En base a esa declaración, Ramírez fue procesado como autor de un homicidio culposo, es decir, cometido sin intención. Pero ante la posterior muerte violenta de Jésica se buscaron nuevas pruebas. Así, una pericia balística determinó que para dispararle a María del Carmen tuvo que presionar el gatillo con una fuerza superior a dos kilos, lo que daría cuenta de un acto voluntario. Por eso agravaron la acusación en su contra: pasó a estar imputado de un homicidio intencional.
Los familiares de la chica nunca creyeron en la versión de Ramírez porque, según declararon, la joven le tenía miedo a las armas. También expusieron que él era muy celoso y que no la dejaba usar polleras cortas ni ropa ajustada. Otro elemento que el juez tuvo en cuenta fue la declaración de una vecina, quien afirmó que al salir con la chica herida en sus brazos Ramírez le confesó que la había matado. Y en base a la dirección del disparo, por último, evaluó que “tanto la víctima como el victimario estuvieron frente a frente”. Lo que a su criterio es revelador de un acto voluntario.
“Resulta claro que la intención fue la de matar a la víctima”, consideró el juez Genesio, quien en este caso lo encontró autor de un homicidio simple, al tiempo que hizo lugar al reclamo indemnizatorio iniciado por el padre de la chica. Si el fallo queda firme, Ramírez deberá pagarle a su ex suegro 50.000 pesos por daño material y 20.000 por daño moral, más el interés del 6% anual desde la fecha del hecho.
Un tiro en la frente
Por el crimen de Yanina García, su última pareja, el mecánico afrontó una acusación más dura: homicidio agravado por el uso de arma de fuego, una figura que no existía cuando ocurrió el primer hecho. Poco antes de su muerte la joven de la zona sur se había separado del mecánico. Pero la noche del 10 de junio de 2003 volvió a buscar ropa y documentos a la casa de él, en Heliotropo al 1700. Al día siguiente apareció muerta con una perforación de bala entre las cejas.
El primero en sospechar de Ramírez fue un hermano de la víctima. El muchacho fue a preguntar por ella a la casa de su cuñado y éste respondió que Yanina se había ido al hospital, aunque no pudo precisar a qué hora. Luego, en un allanamiento, la policía halló manchas de sangre en un toallón y en un placard. Aunque no apareció el arma, a Ramírez le dio positivo el dermotest en la mano derecha. Y un vecino dijo que esa madrugada había escuchado un tiro en la casa del mecánico.
Pero el testimonio más revelador fue el de la hija de la pareja, Maylén, que ahora vive con sus abuelos maternos. Según reprodujo la psicóloga de la nena al declarar en la causa, la criatura contó que estaba entredormida cuando escuchó una discusión entre sus padres, seguida de un disparo. Después, dijo, vio cuando su papá subía a su madre a una Trafic y tuvo que acompañarlo hasta el descampado donde él se deshizo del cuerpo.
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