CRECE LA POLÉMICA POR EL ACTO EN LA PLAZA
La inmensa mayoría de esa marea humana que fueron las 100.000 personas que se acercaron a la Plaza de Mayo para recordar los 30 años del golpe militar se fue sorprendida por el desagradable final de un acto destinado a ser unitario y emotivo.
El desacuerdo por la lectura de un documento contrario al gobierno de Néstor Kirchner ventiló públicamente las diferencias entre algunos organismos de derechos humanos y otras entidades y sectores de izquierda respecto de su posición opositora u oficialista. Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo se retiraron molestas y algunos grupos aislados se trompearon sobre las fotos de los desaparecidos.
Ayer se repitieron las acusaciones cruzadas: unos y otros se endilgaron culpas por el penoso final.
El Gobierno también participó del duelo verbal y mandó a sus habituales voceros a desautorizar a los organizadores del acto, en especial a los que le imprimieron un sesgo opositor.
Lo increíble es que los mismos grupos que hoy se pelean se reunieron semanalmente durante más de dos meses para lograr un documento consensuado. ¿Qué fue lo que ocurrió entonces?
El texto era una proclama de cinco carillas que mezclaba el rechazo a los abusos cometidos por la dictadura militar con cuestionamientos al gobierno de Kirchner, al que acusaba de “manipular” el reclamo por “la nulidad de los indultos”, de “pagar una deuda externa ilegítima”, de “reprimir” las protestas sociales y de tener “más presos políticos que” todos los presidentes anteriores.
La presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, que debió ser evacuada del palco en medio de una paliza, denunció ayer sentirse “abusada” por el perfil que tomó la conmemoración. “Me enojé mucho. No hay aprendizaje democrático todavía. Me indignó que se utilizara un acto de tanto dolor para hacer política partidaria”, se quejó.
Marta Vázquez, la integrante de Madres que tomó el micrófono para aclarar que no suscribía el documento, se mostró consternada: “Nuestros hijos quedaron olvidados”. Para ella, “hay 364 días al año para hablar de otros temas; el acto era para reivindicarlos a ellos [a los desaparecidos]”.
El Gobierno también tomó posición. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, acusó ayer a “la izquierda siniestra” de “pretender agarrar de tontos a quienes han padecido este dolor durante 30 años”. Con el mismo mensaje, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, consideró “espantoso utilizar el dolor de las Madres”.
Los organizadores del acto no entienden la actitud, que evalúan repentina, de las Madres y las Abuelas. “Es una infamia decir que no conocían el documento. Yo misma mandé 800 mails con el contenido. Esto es una maniobra del Gobierno”, se defendió, entre sollozos, Adriana Calvo, de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos, en diálogo con LA NACION.
Calvo es la coordinadora del Espacio Memoria, Verdad y Justicia, que agrupó a más de 300 movimientos y que desde fines de enero se estuvo reuniendo todos los miércoles para organizar el 30° aniversario. De esas reuniones también participaban Madres, Abuelas y el Servicio Paz y Justicia (Serpaj), del premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, otro de los que anteayer criticaron el documento opositor. Estos últimos fueron quienes propugnaron la lectura de la carta que Rodolfo Walsh le envió a la Junta Militar poco antes de desaparecer.
Los organizadores (asociaciones defensoras de derechos humanos críticas del Gobierno, partidos de la izquierda dura como el Partido Obrero o el MST) denunciaron que el Gobierno había intentado evitar a toda costa una plaza colmada con consignas opositoras.
Según estas fuentes, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, mandó a llamar a la Casa Rosada a Madres (Línea Fundadora) y a Pérez Esquivel, entre otras organizaciones, para ofrecerles retirar las vallas dispuestas en la mitad de la Plaza de Mayo o montar una espectacular estructura de audio a cambio de torcer el sesgo independiente del acto.
Calvo admitió que el jueves por la tarde Carlotto le había enviado un e-mail en el que le comentaba que no firmarían el documento, pero que sí figurarían como convocantes a la plaza.
“Hubo una jugada de Kirchner para tratar de silenciar las líneas críticas. ¿Qué mejor forma tiene un represor para legitimarse si no es usando a las Abuelas y a las Madres?”, soltó María Verdú, de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi).
Los párrafos más críticos tenían la impronta de la izquierda opositora: repetían las consignas habituales de cientos de movilizaciones callejeras. Envalentonado, el jefe piquetero del Polo Obrero, Néstor Pitrola, aseguró que el 24 “hubo una plaza opositora refrendada por más de 300 grupos”.
Algunos grupos de izquierda denunciaron que Humberto Tumini, jefe del partido kirchnerista Patria Libre, los había amenazado (“no vamos a permitir un acto opositor”, habría dicho). Tumini contestó ayer con un duro comunicado titulado “Hasta con la Madres se pelean”.
Pese a las teorías, acusaciones y cargos, nadie parece poder explicar cómo la plaza del Nunca Más terminó a las patadas.
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