Cuestión de salud pública
El sábado falleció Maxi Oliva: pesaba casi 500 kilos y era asistido con un respirador artificial, hasta que su cuerpo dijo basta.
Analía De Luca
Había sido el primer ganador del ciclo “Cuestión de peso”, aunque no fue el primero de sus participantes en fallecer. Su deceso reabrió el debate entre los que pugnan por aceptar socialmente la obesidad y los que luchan por combatirla.
Maxi entró a Cuestión de peso con 215 kilos en 2006 y fue el finalista, tras bajar más de 100 kilos. Lamentablemente, no era consecuente con el tratamiento y en 2013 volvió a ingresar con más de 250 kilogramos. En esa oportunidad, más de 70 agentes de Bomberos y Defensa Civil participaron en un operativo para trasladarlo, en el que tuvieron que derribar una pared para sacarlo de su cama y de su casa; y había llegado a acusar al equipo del Dr. Alberto Cormillot por “abandono de persona”, aunque después se retractó: “siento mucha culpa por no haberme mantenido”, afirmó.
“La solución hubiera sido llegar a la cirugía (gástrica), pero las veces que se lo evaluó, su peso estaba muy alto y como no era muy consecuente con el tratamiento, ningún cirujano se animó a operarlo”.
Ahora, tras su muerte, Sergio Verón -experto en actividad física del equipo Cormillot- aseguró que el paciente “se descompensaba de manera permanente y llamaba al servicio de emergencias de su municipio; su cuerpo estaba colapsado”, y el mismo Alberto Cormillot manifestó que “cuando tenía que venir (al Centro Municipal de Obesidad y Enfermedades Metabólicas), pedía la ambulancia y no venía” y que “la solución hubiera sido llegar a la cirugía (gástrica), pero las veces que se lo evaluó, su peso estaba muy alto y como no era muy consecuente con el tratamiento, ningún cirujano se animó a operarlo”.
Otros ex participantes muertos
Juan José Videla: salió del reality con 136 kilos (había ingresado en 2008 pesando 226). Sin embargo, tras una recaída, ingresó a internación pesando 400 kilos y tras varios meses en el hospital falleció a causa de complicaciones renales, cardíacas y respiratorias, en enero de 2016.
Valeria García: una de las mellizas que ingresaron al programa en 2013, falleció en noviembre de 2017 tras sufrir fractura de cadera, rodilla y hombro (la había chocado una camioneta) el 2 de mayo de ese año. Su hermana Natalia informó que después de varias complicaciones, traslados y desavenencias con el Ministerio de Salud de Buenos Aires, Valeria falleció por una septicemia, pesando 230 kilos, en un efector de salud que no estaba preparado para atender su cuadro.
Carlos Sinópoli: “Charly” falleció en su casa, en abril de 2019, tras sufrir un infarto. Había ingresado al reality también en 2013, con 260 kilos, y se retiró con 231 kilos porque no cumplía las reglas de alimentación ni las de convivencia. Tenía problemas de adicciones y antecedentes policiales, por lo que falleció en prisión domiciliaria: el confinamiento había colaborado a que aumentara todavía más de peso, por lo que las autoridades debieron derribar una pared para retirar su cuerpo de la vivienda.
La OPS informaba que “Argentina tiene la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de América Latina y el Caribe con un 9,9%”
Aceptar la gordura, o no
La Secretaría de Gobierno de Salud y el INDEC dieron a conocer en abril de 2019 los datos de la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2018, que confirma el avance del sobrepeso y la obesidad. Y antes, en enero, la OPS informaba que “Argentina tiene la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de América Latina y el Caribe con un 9,9%”.
Sin embargo, en recientes declaraciones relacionadas a la muerte de Maxi, el Dr. Cormillot recordó que “hay toda una movida de que no hay por qué estar en contra de la gordura, que hay que aceptarla”. “Y es una pavada: las personas con un gran sobrepeso se mueren más fácilmente que las que tienen un peso adecuado”, reflexionó el médico.
“LAs personas con un gran sobrepeso se mueren más fácilmente que las que tienen un peso adecuado”, reflexionó el Dr. Cormillot
Por ejemplo, según Laura Contrera (co editora del libro “Cuerpo sin patrones”, donde explica en qué consiste esta postura), “desde el activismo gordo sostenemos que la talla de una persona poco dice sobre su estado de salud, sus hábitos alimentarios o su modo de vida. Sólo el prejuicio o el odio leen esos cuerpos de una manera unívoca”. Además, considera que “la patologización de adultxs y niñxs gordxs significa etiquetarlxs como enfermxs basándose exclusivamente en su tamaño corporal y un peso específico considerado excesivo, según estándares universales que han variado históricamente por razones económicas más que científicas. Si observamos la historia del Índice de Masa Corporal (IMC), que es con el que miden para saber si tenés sobrepeso o algún grado de obesidad, este se relaciona con la medición de riesgos a través de tablas para las compañías aseguradoras, no con datos científicos”.
En el caso de Japón, gracias a dos leyes de alimentación y control de peso (La ley Shuku Iku, para la educación de los niños y la La ley Metabo, para controlar el peso en adultos), se ha logrado bajar al mínimo el índice de obesidad
En tanto, mientras esta grieta ideológica crece en Latinoamérica, en otras latitudes del globo la cuestión del peso se toma como una política de Estado: tal es el caso de Japón, donde gracias a dos leyes de alimentación y control de peso (La ley Shuku Iku, para la educación de los niños y la La ley Metabo, para controlar el peso en adultos), se ha logrado bajar al mínimo el índice de obesidad y se multa no solo a las personas en edad productiva que encuadran en los estándares sino a sus empleadores, por lo que las empresas prefieren obsequiar “premios” a los que se mantengan en forma.
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