Emma Thompson se animó a un desnudo a los 63 años

La actriz ha decidido desnudarse ante las cámaras por primera vez en una película. Es una decisión meditada y con mucho mensaje. Hablamos con Emma Thompson del cuerpo femenino, de sexo y, sí, también del orgasmo.
Yo nunca he estado en una orgía. ¿Tú has estado en una? Nunca me han invitado a una fiesta de sexo. ¿Que si me fastidia? Nooo… ¡Nada de eso! ¡Jajaja! ¡No, por Dios!». La dama Emma Thompson está en su casa de Escocia. La entrevista iba a ser en Londres, pero Thompson está pasando por momentos complicados.
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Un amigo está muriéndose y ha cancelado la promoción de su película –con la salvedad de esta entrevista– para estar a su lado. Y ayer resbaló y se cayó al cruzar por un arroyo. «¡Esto de caerse en un arroyo no puede ser más viejuno!». Y se ha hecho un esguince en la pierna. Thompson ha interpretado a personajes tan dispares como la malísima Cruella de Vil o la reina Isabel.
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En Love actually protagonizó quizá la secuencia más famosa de su carrera: Karen se desploma al darse cuenta de que su esposo le es infiel. Según dijo por entonces, solo exteriorizaba un dolor real: «Ken (el actor Kenneth Branagh, con quien por entonces estaba casada) me había roto el corazón y estaba destrozada». Hoy, sin embargo, hablamos de otras cosas. De sexo. ¡Del sexo! Su última película, titulada Good luck to you, Leo Grande, es una de esas producciones que dará carnaza a las redes sociales. Su protagonista, Nancy, interpretada por Thompson, es una profesora de religión tan concienzuda en lo profesional como reprimida en lo personal. Tras 30 años de matrimonio, nunca ha tenido un orgasmo. Ahora que es viuda y se ha jubilado, decide tener una aventura. Y contrata a un gigolo de alto nivel, Leo Grande, «para ver si por fin entiendo a qué viene tanto jaleo».
«A Las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos. Hasta ahora no me habían ofrecido rodar escenas de sexo. No soy lo suficientemente bonita ni tengo el tipo adecuado…»
El guion aborda todos los aspectos escabrosos del sexo: los trabajadores sexuales, el envejecimiento, el poder y el feminismo, pero el verdadero filón es que Emma Thompson, de 63 años, protagoniza una escena de sexo explícito, con posturas de toda clase, sin remilgos… Y un desnudo frontal integral, sin filtros. ¿Por qué? «Nunca en la vida me habían ofrecido rodar escenas de sexo», responde mientras se sirve un té. «Como decía mi madre, siempre he interpretado a mujeres ‘buenas, cerebrales’, por así decirlo. Y tampoco daba el tipo de alguien a quien ellos quisieran ver desnuda.
Y, cuando digo ‘ellos’, me refiero a los altos ejecutivos. Soy demasiado bocazas, no lo suficientemente bonita… En una entrevista que hice hace años, el periodista escribió que había engordado mucho, que mis piernas eran ‘como troncos de árbol’ y que me había ‘descuidado’. Tenía 31 años y no me moría de hambre, pero nadie se da cuenta de lo delgadas que están la mayoría de las actrices».

Hay un momento en que Nancy, su personaje, se encuentra de pie, desnuda y en éxtasis poscoital delante de un espejo y se mira. El momento es tan impactante como novedoso. Es la primera vez que el cine muestra a una mujer entrada en años desnuda que contempla su imagen satisfecha. En la rueda de prensa del estreno de la película en la Berlinale, una intervención de Thompson se hizo viral.
«A las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos», dijo, y la sala estalló en aplausos. A continuación se levantó y gritó: «Así que, mujeres, poneos delante de un espejo, quitaos la ropa… aceptadlo y no lo juzguéis». «Nancy hace algo que yo nunca he podido lograr –confiesa hoy la actriz–. Cuando me miro en el espejo, siempre trato de verme ‘mejor’: giro hacia un lado, hacia el otro, reviso mi trasero, meto tripa. No acepto mi cuerpo tal como es. Pero en la película, en ese momento, a Nancy su cuerpo le proporciona segundos de puro placer y está maravillada con él, no por su aspecto, sino por lo que ha llegado a ser para ella. Un lugar donde ser feliz».
«Para mí, el sexo es la privacidad llevada al infinito. Esta vertiente privada es lo que le confiere todo el erotismo, todo lo que tiene de mágico y de sagrado»
Aunque no sea capaz de ponerse delante de un espejo sin hacer malabares para hacerlo «aceptable», la actriz se siente «relajada» con la desnudez. «Hay algo muy relajante en estar en una habitación llena de gente desnuda, como en una sauna alemana. Nadie te mira y la mayoría tenemos formas normales: ni despampanantes ni grotescas».
En un mundo donde cada vez menos mujeres conservan el vello púbico (la mayoría se lo rasura total o parcialmente), el hecho de que la actriz lo muestre a las claras también es significativo. «Yo también me lo afeitaba… y me arrepiento porque no ha vuelto a crecer como antes. Ahora soy mayor y está un poco patético y débil. Me encantaría tener un arbusto de verdad». Thompson no hace ascos al nudismo. Lo ha heredado de sus padres, los actores Phyllida Law y Eric Thompson. «No tenían problemas en ir en cueros».
Ellos fueron los que moldearon su actitud sobre el sexo. Cierta vez, cuando aún era pequeña, oyó que estaban haciendo el amor en la habitación de al lado, «y era evidente que estaban pasándolo en grande». Ese episodio fue uno de los primeros capítulos de su educación sexual. La capacidad de Thompson para sacarle punta a la sexualidad queda patente cuando me cuenta otra anécdota, de la adolescencia esta vez.
Recuerda que, cuando preparaba una cita con un chico, escribió un listado de «cosas que tengo que hacer». A saber: «1) Lavarme y ponerme talco en todas partes. 2) Depilarme las cejas. 3) Pintarme las uñas. 4) Depilarme las piernas». Su madre encontró la lista y, como broma, sustituyó las palabras finales por «culo», de manera que, al revisar la lista, Thompson se encontró con que ahora ponía: «Lavarme y ponerme talco en el culo, depilarme el culo», etcétera.

Emma Thompson continuó esta desprejuiciada tradición familiar cuando crio a su hija Gaia, quien hoy tiene 21 años. «Cuando era pequeña, le escribí un librito sobre el sexo… con la particularidad de que en lugar de ‘sexo’ usé la palabra inventada ‘cha-vún’. Me parecía más divertida y adecuada para una niña. Hay algo duro en la palabra ‘sexo’, carece de ternura, y gran parte del sexo tiene que ver con la ternura. Para mí, el sexo es la privacidad llevada al infinito. Esta vertiente privada es lo que le confiere todo el erotismo, todo lo que tiene de mágico y de sagrado».

«¿Perder peso? Casi le arranco la cabeza»
Thompson es una prestigiosísima actriz, pero no cae bien a todo el mundo. No a todos encanta una feminista de ideas progresistas con sentido del humor y poso intelectual que lo mismo puede manifestarse en las calles que ir por la alfombra roja. De hecho, la actriz fue una de las primeras figuras conocidas que señaló a Harvey Weinstein. Lo describió como «depredador» y «matón» y añadió que no era más que «la punta del iceberg» de los abusos sexuales en Hollywood. Según dijo, «cuando tenía veintitantos años me pasaba media vida luchando con vejestorios que insistían en meterme la lengua en la boca». Llegó a amenazar con dejar el rodaje de Retorno a Brideshead cuando un directivo de la televisión le espetó a otra de las actrices, Hayley Atwell, que lo que tenía que hacer era perder peso. «Yo no me callo. Digo lo que pienso porque en el fondo soy ‘rojilla’ y, si alguien me viene con esas, le arranco la cabeza».
«Cuando tenía veintitantos años me pasaba media vida luchando con vejestorios que insistían en meterme la lengua en la boca»
«Hay quien piensa que no tienes derecho a expresar unos principios cuando te pasas media vida pisando la alfombra roja. Que solo puedes denunciar los horrores del mundo vestida como una monja. Es de locos. Yo soy actriz, es como me gano la vida, y a la vez tengo unos principios. No puedo desvincular ambas cosas». De ahí que no dudara en sumarse al rodaje de Leo Grande. «Tuve claro que no podía decir que no a esta película –recalca–. Que esta película había que hacerla». Hace tres décadas, Richard Gere contrató los servicios de la trabajadora del sexo Julia Roberts en Pretty woman, y el resultado fue una comedia romántica deliciosa. En 2022, en Leo Grande, una mujer de 55 años contrata a un joven trabajador del sexo con la idea de disfrutar de un orgasmo por primera vez… Y muchos críticos dicen sentirse inquietos por la dimensión moral del asunto.
«Yo creo que ha llegado el momento de hacer una película, ¡una sola!, ¡por una vez en la vida!, donde una mujer quiere algo y hace lo que los hombres hacen continuamente, para ver qué pasa a continuación». Y resalta que lo que más le sorprende es la reacción de los espectadores masculinos ante la película, «jóvenes y mayores que tienen, quizá por primera vez, conversaciones sobre el placer sexual femenino. Un hombre mayor dijo que vio la película e inmediatamente fue a casa y empezó a hablar con su mujer sobre lo que podría darle placer. ¡Por primera vez!».