Enseñaba a conducir una moto y lo mataron para robársela
César Barúa, herido de un balazo en una pierna, fue ajusticiado con un tiro en el pecho después de haber entregado su moto a los homicidas.
“Dale gorda que nos alcanzan”. Esas fueron las últimas palabras que Sonia escuchó de su pareja, César Armando Barúa, el jueves al caer la tarde. Habían pasado las 19.30 y ella manejaba una moto Rouser 200 por pasaje Buceo al 4200, entre Garibaldi y Ameghino. El muchacho iba como acompañante, enseñándole a conducir el rodado. Fue en esas circunstancias que tres hombres en otra moto los persiguieron disparándoles con una pistola calibre 22 para robarles. Las balas acobardaron a Sonia, que frenó y se bajó del vehículo pidiendo ayuda a los gritos. Un vecino la escondió en su casa mientras Barúa recibía el primer tiro en una pierna. El muchacho dejó la moto sobre el pavimento y se arrojó sobre los yuyos de la esquina buscando protección. Allí uno de los ladrones, a sangre fría, lo ejecutó con un balazo en el pecho. Después se subió a la moto de la víctima y mientras sus cómplices los cubrían disparando al bulto huyeron del lugar. Barúa tenía 25 años y dos pequeños hijos.
Ocurrió el jueves en barrio Alvear. César quedó tirado en la esquina de pasaje Buceo y Ameghino agonizando mientras su concubina no dejaba de gritar: “Por favor, ayuden a mi marido”. Ayer la calma había vuelto al barrio, pero los vecinos seguían indignados. “Escuché los disparos y salí a la calle pensando en mis hijas de 6, 10 y 16 años que estaban afuera. Vi a un muchacho tirado en el piso. Corrimos con otro vecino para socorrerlo y en el lugar ya estaba un vecino policía arma en mano, porque los delincuentes se fueron disparando a mansalva”, explicó un hombre que salió a la calle tras los disparos. Ante la gravedad de la situación, y como la ambulancia no llegaba (ver aparte), un vecino cargó a Barúa en su camioneta y lo llevó al Hospital de Emergencias, donde murió a la medianoche.
Familia y laburo. “César era familiero, le gustaba jugar al fútbol y estar en familia. Junto a dos de mis hermanos llegó al barrio hace diez años desde Eldorado, en Misiones, de donde somos nosotros. El trabajaba como yesero, carpintero o lo que hiciera falta en una obra. Ultimamente estaba trabajando en el club Provincial. Había llegado a las 17 de trabajar y mi cuñada le pidió salir con la moto. Me desespera pensar en sus hijitos, de 2 y 4 años, que van a crecer sin papá. También pienso en la gente a la que ya le ha tocado pasar por todo ésto. Es desesperante”, comentó Mirta, una de las hermanas del joven asesinado.
De padre paraguayo y nacido en Misiones, César tenía 10 hermanos y era uno de los cinco que se habían afincado en Rosario. Hasta aquí llegó con dos de ellos y se instalaron en el barrio Alvear. Primero alquilaron una humilde casa. Luego sus hermanos lograron comprar un terreno y hacer una vivienda. César estaba terminando de pagar las cuotas de otro terreno y hace pocos meses había comprado a crédito una moto Rouser 200 para ir a trabajar. Vivía a sólo dos cuadras del lugar donde lo mataron.
“Esta es una zona donde hay muchos inmigrantes paraguayos y del norte del Litoral del país. Todos somos muy unidos. La comunidad paraguaya acá suele hacer muchos torneos de fútbol y vóley para recaudar fondos y ayudar a los vecinos. Usted ya va a ver que este fin de semana u el otro, los pibes van a armar un torneo a la bolsa para ayudar a la familia (de Barúa)”, comentó una señora apoyada en un bastón al tiempo que ponía 100 pesos en la colecta para el sepelio de César. “No es mucho, pero en lo que se pueda hay que ayudar”, le dijo a Mirta.
Según el diálogo con vecinos y familiares del muchacho asesinado, el jueves a las 17 llegó a su casa después de trabajar. Sonia, su compañera, le pidió salir a andar en moto porque estaba aprendiendo a manejar el rodado. Poco después de las 19.35 la pareja tomó por el pasaje Buceo, entre Garibaldi y Ameghino. La mujer conducía y César la guiaba. Por detrás de la pareja, en otra moto, aparecieron tres jóvenes que les dispararon con una pistola calibre 22. “Se escucharon detonaciones, pero pensamos que eran «cuetes» o los cortes del motor de una moto. Se escucharon al menos dos veces. Luego hubo un disparo acá en la esquina. Y después se fueron disparando por Ameghino en contramano”, explicó una vecina.
Miedo y gritos. Los familiares de César contaron que Sonia, novata a la hora de manejar, “se embatató” y frenó ante los tiros. Bajó corriendo y comenzó a gritar pidiendo ayuda. “Yo me asomé porque pensé que un pibe le quería pegar a la novia”, indicó otra doña del lugar. César, que había recibido un balazo en una pierna, arrojó la moto sobre la bocacalle y como pudo se arrastró sobre los yuyos de la esquina. Tirado entre una planta y un pilar de la luz su ejecutor lo alcanzó y le disparó sin mediar palabras en el pecho. Luego levantó la moto de la víctima y se fugó mientras sus cómplices lo cubrían a balazos. Los vecinos indicaron que en un radio de 50 metros levantaron alrededor de ocho vainas servidas calibre 22 largo.
“Lo seguían porque le habían marcado la moto para robársela. Si ya lo habían herido en una pierna, porqué lo mataron. Si ya tenían la moto, ya se llevaban lo que querían”, se preguntó amargamente Mirta. “Los vecinos estamos muy conmocionados porque si bien es habitual que en esta zona se produzcan arrebatos o robos en motos, es la primera vez que matan a un vecino en esta cuadra”, explicó un vecino.
El final. Barúa quedó agonizante sobre el pasto con una herida en el hemitórax derecho con orificio de entrada y sin salida. Varios vecinos llamaron desesperadamente a la ambulancia del Sies y como no llegaba un vecino y antiguo empleador del muchacho herido lo cargó en su camioneta y lo trasladó al Heca. Tras soportar una cirugía quedó internado en estado reservado, pero sobre la medianoche falleció. Sus parientes, ayer a la tarde, lo velaban en la casa de uno de sus hermanos, a metros de su vivienda.
El fiscal de Homicidios, Rafael Coria, ordenó que se relevaran las cámaras de videovigilancia en la zona. También tomó declaración a familiares de la víctima y aguardaba poder entrevistar a la concubina de Barúa. En el barrio el comentario era que uno de los que participaron del crimen era un tal “Ema”, que vive y es temido en la zona.
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