Gravísimo ataque a un fiscal rafaelino en plena audiencia

El representante del Ministerio Público de la Acusación lo había imputado por diez hechos y ayer le endilgó otros dos. Todos muy graves como por ejemplo dos por homicidios calificados por el uso de arma de fuego en grado de tentativa y en calidad de instigador; además de abuso de arma; coacciones y amenazas calificadas, todo ello estando detenido en la cárcel de Coronda y a través de llamados telefónicos. En medio del debate “Yiyo” le tiró un cesto metálico a la cabeza.
Andrea Jorgelina C. tiene miedo. Está amenazada, junto a todo su grupo familiar. Sus hermanos Florencia, Jonatan, Mauricio. Su madre. Su pareja. En su casa del barrio Güemes se turnan la Gendarmería y la policía provincial para custodiarla. Está incluida dentro de un programa de protección de testigos. Todo eso no le alcanzó para garantizarle seguridad. En la noche del 2 de diciembre, Andrea llegó hasta un domicilio de Saénz Díaz y Suipacha. Iba a buscar a su madre, porque no quería que regresara sola. Tomando cerveza en un cantero de Suipacha la esperaban Ariel M., alias ‘Sarnoso’, con un cómplice. Los dos dejaron la ‘birra’ y se subieron a una moto Honda Wave. El ‘Sarnoso’ le disparó varias veces, a corta distancia. Le tembló el pulso al sicario: solo dio en el blanco en una oportunidad. La bala, salida de una pistola 9mm, por esas cosas del destino entró por la mochila que la chica llevaba en la espalda. Y le dio justo en el teléfono celular, que ofició como un milagroso chaleco blindado.
Algunos mensajes
Pocas horas después, a Jonatan, uno de los hermanos de Andrea, le llegó un mensaje inequívoco. Fue una llamada telefónica. Al otro lado de la línea estaba Evelio “Yiyo” Ramallo, preso en el penal de Piñero desde hace varias semanas, luego de una larga estadía de cuatro años en Coronda. “La quise partir a tu hermana. Se salvó la ‘culiada’ (sic) esa. ¿Cuántas veces más se puede salvar? ¿Una, dos?”. Luego de un intercambio en donde el hermano de Andrea le pidió algo de tiempo, Yiyo se mostró inflexible: “es fácil, me decís te vamos a dar la guita tal día y es tal día. O me decís no te vamos a dar nada y nos bancamos la que venga, y nos vamos a los tiros. Pero ésto se termina. Me estoy comiendo toda la batida de la ‘culiada’ esa”.
Una “mejicaneada”
El condenado Yiyo Ramallo (ver aparte) se la tiene jurada a Andrea C. La acusa de haberle “mejicaneado” 300 mil pesos y un kilo de droga que le había dado para su distribución. Andrea C., con custodia de Gendarmería, tendrá que explicar en algún momento si efectivamente -como se desprende de las escuchas telefónicas que expuso el fiscal Guillemo Loyola en la atípica audiencia de ayer- ella y su familia se dedican a la comercialización de estupefacientes.
La descripción de este pasaje de las revelaciones que se escucharon ayer en más de dos horas de exposición del fiscal Guillermo Loyola es apenas la punta de un iceberg representado por la figura del delincuente “Yiyo” Ramallo, un suardense que instaló su base de operaciones nada menos que en el penal de Coronda. En 8 meses a “Yiyo” le secuestraron 5 celulares. En una pila de desgrabaciones y lecturas de whatsapp, las escuchas revelan una densa trama de narcotráfico, sicarios, negocios turbios, romances violentos y venganzas qué, aunque cueste creer, remiten a una comparación inevitable -respetando las proporciones, claro está-, con el personaje del “Patrón del Mal”, biografía del narco colombiano Pablo Escobar.
La agresión
La audiencia fue interrumpida por una violenta agresión de Ramallo al fiscal Guillermo Loyola. Ya habían transcurrido más de dos horas de exposiciones y recién comenzaba su tarea la defensora Hilda Knaeblein, cuando Ramallo -que comenzó a alterarse cuando Loyola pidió que se lo declare “interno de alto perfil” y le limiten sus contactos con el mundo exterior, incluidos con su familia, al vincular tangencialmente a integrantes de la familia de Ramallo con la tarea de “correos” para la comisión de hechos ilícitos- tomó un cesto metálico de basura y lo arrojó con ferocidad contra el rostro del fiscal, quien totalmente sorprendido solo atinó a intentar una defensa que no llegó a tiempo. Terminó con una inflamación en la parte derecha de la frente, y una herida cortante en el mismo lugar, además de un shock provocado por la situación. Ramallo fue reducido rápidamente por los penitenciarios y retirado de la sala.
Una voz en el teléfono
Antes, las escuchas habían acaparado toda la atención. Allí quedó revelado que el 23 de febrero de este año, en Anduiza al 100, en el barrio Villa del Parque, Melisa T. estaba hablando por teléfono con Yiyo. Según el fiscal, en la escucha surge que Melisa le dijo a Yiyo, que era su novio en ese momento, “… ahí viene la Piri…” La Piri era María Eugenia Corbanese, otra exnovia de Yiyo. Lo siguiente que se escuchó fue un balazo. Melisa sobrevivió a duras penas y todavía hoy no cree que haya sido Yiyo el que la mandó a matar. Pero en otra conversación con una tal “Gringa”, apodo de Tamara Alejandra S., ésta le cuenta a Yiyo los pormenores del caso. Y le comenta que la Piri “falló porque se asustó, había una banda de gente”. “Tenía que tirarle a la cabeza, no a la panza”, le aclaró Yiyo. Sobre la víctima, expresa: “la voy a reventar por rollera, rastrera y vigilanta”. Y pregonaba que debía apretar a la familia de la mujer “para que se rescaten”.
Por las dudas, en otros intercambios telefónicos Yiyo le garantiza -siempre desde la cárcel- a la Piri que le conseguirá un buen abogado, trata de calmarla con mensajes cariñosos y de tono paternal. Al mismo tiempo, vuelve a contactarse con la “Gringa”, para que ésta le consiga otro sicario. “Necesito asegurar a un tipo que vive en Ceres. Tiene que ser antes que la Piri caiga (todavía estaba prófuga), para que se tranquilice”, le ordena a la Gringa, no sin antes recomendarle que busque a un sicario “que no se ponga nervioso porque necesito que lo aseguren”.
Los tejes y manejes
Las amenazas, los tejes y manejes, son imposibles de describir en estas líneas. Pero uno de los párrafos salientes de la presentación del fiscal, Yiyo alardea de su tarea desde la cárcel. En contacto con la Piri, estando ambos presos (hablaban o se mensajeaban con frecuencia de varias veces al día, según Loyola), le confesaba -el entrecomillado no es textual- que “no necesito salir y trabajar, acá en Coronda tengo mucho que hacer. Desde mi celda vendo droga, digo a quién hay que llevarle, a quién traerle, qué colectivos tienen que tomar, les digo cómo se tienen que organizar para el regreso, los contactos, con quién hay que hablar, todo eso organizo desde acá”, se jactó.
Las llamadas
“Tuviste suerte, me equivoqué de casa. Hice que metiera una bala a la de un vecino. Pero ahora ya sé que la dirección correcta es…. (cita una dirección con el número 913 y enseguida se corrige: 910). Y decile a tu hermano que cierre el portón: se le puede escapar la nena”. A otro: “Gordito, te voy a hacer meter dos plomitos para que me tengas presente”. A la madre de Andrea C: “ya saben, me consiguen 600 mil o la escritura de la casa. Todavía no sé si a vos te rechamuyó o si estás en la joda también. Pero ella a mí no me chamuya: 300 mil me ratió. Quiero lo mío de vuelta”.
Los hechos descriptos tienen que ver con episodios de mucha repercusión en la ciudad. En todos, ahora se sabe, está la droga detrás. Ayer, la violencia explícita de Ramallo ahorró muchas palabras. Ya lo trasladaron al penal de Piñero, con varias causas en trámite que se sumarán a la condena que ya purga. Habrá una recomendación para que no tenga contacto telefónico con el mundo exterior colocándolo en un lugar con inhibidores de señal. La pregunta es qué pasará en Rafaela con los soldaditos, mientras el ‘coronel no tiene quien le escriba’.
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