Hallan muerta y con signos de abuso a una mujer
Tenía 67 años y vivía con uno de sus hijos. El jefe de la comisaría que intervino en el caso no dio cuenta a la fiscal y lo separaron del cargo.
Elisa Monzón tenía 67 años y vivía con uno de sus hijos en medio de un pequeño monte enclavado en la barranca de la ribera de Villa Gobernador Gálvez. El martes, a media mañana, una nena que solía visitarla y acompañarla la encontró muerta sobre la cama de su hijo. La habían asesinado a golpes y el cuerpo presentaba evidencias de abuso sexual. “Era una buena mujer que no se metía con nadie y que vivía metida en su casa. Han querido entrarle para robar y la han matado. La verdad es que no sabemos por dónde ingresaron. Pensamos que pudieron venir desde arriba, desde la zona de la arenera, y la han sorprendido en la galería de su casa. Ahí había sangre”, explicó ayer uno de los vecinos de Elisa.
Cuando el padre de la niña que detectó a Elisa sin vida llegó hasta la vivienda de la mujer y comprobó que su vecina estaba muerta llamó a sus otros hijos y éstos se contactaron con la comisaría 29ª.
Policía en falta. Al mediodía la escena del crimen se pobló de policías. Sin embargo el jefe de la seccional, Néstor Héctor Aranda, omitió informar del crimen a la fiscal de Homicidios, Georgina Pairola. La funcionaria se enteró de lo sucedido ya entrada la noche y ordenó entonces que el comisario fuera separado de su cargo. Además le dio intervención a la Dirección de Asuntos Internos, que allanó la seccional e incautó el libro de guardia. Otros dos suboficiales de la repartición también fueron separados de sus cargos y junto a su jefe quedaron a disposición de la fiscal Carina Bartocci, jefa de la Unidad Fiscal Especial de Violencia y Corrupción Institucional.
En la barranca. Elisa era de los vecinos más antiguos del asentamiento La Vigil, que se levanta en los terrenos donde la histórica Biblioteca Popular de calle Alem y Gaboto proyectó en la década del 70 la construcción de 450 viviendas, algo que se truncó con la llegada de la dictadura y la apropiación de todos los bienes del complejo. La vivienda de Elisa está ubicada sobre la ribera, a 350 metros de la bajada de calle Comandante Espora y la sombra del paredón del frigorífico Paladini. Todo un camino de tierra transformado en un lodazal por las lluvias de los últimos días.
La Vigil está por debajo de la línea de edificación del barrio Costa Esperanza, ubicado sobre la barranca, y Elisa residía a escasos metros de la casa en la que fuera asesinado Sergio “Rambito” Aguirre el jueves 5 de noviembre del año pasado.
Para sus vecinos Elisa era “la mamá de los enanitos”, ya que sus hijos son de baja estatura, y la casa está en un montecito por el cual andan sus perros y sus gatos color miel. Para ingresar hay que bajar unos 20 metros por la barranca, algo nada fácil un día de lluvia. “Viste que mataron a «la mamá de los enanitos»”, le dijo una vecina a otra con tono de sorpresa mientras sobre la ribera caía un aguacero más.
Sobre la cama. “Mi hija tiene 11 años, y todos los días cuando se levantaba iba a visitar a la señora y se quedaba un rato haciéndole compañía. El miércoles fue como todos los días y volvió llorando desconsolada. Nos contó que había llamado y que como no la atendían se asomó por la ventana de la habitación de su hijo y la vio caída sobre la cama, ensangrentada. Me llamó, bajé hasta la casa y vi que tenía la cara tapada con un trapo y estaba ensangrentada. Se la veía muy golpeada”, recordó Ignacio, su vecino.
Según los lugareños y fuentes de la investigación, Elisa fue sorprendida después de que su hijo se fuera a trabajar. Sobre la tierra de la galería con techo de chapa quedaron manchas de sangre que llevan a inferir que fue sorprendida fuera de la casa y obligada a entrar. Según el informe preliminar de la autopsia, la mujer tenía múltiples cortes y escoriaciones además de signos de haber sufrido abuso sexual.
Elisa fue sepultada ayer y su muerte es investigada por la fiscal Georgina Pairola, quien poco después del sepelio se entrevistó con los familiares de la víctima.
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