KIRCHNER Y BACHELET: UN ACTO ENTRE VIVIENDAS POPULARES Y ANTICONCEPTIVOS
A Michelle Bachelet le apasiona salirse del protocolo y zambullirse entre la gente casi tanto como a Néstor Kirchner. Ayer, los dos se dieron el gusto durante una recorrida, con acto multitudinario incluido, por uno de los rincones más pobres del conurbano.
Fue una más de las muestras de sintonía que exhibieron en el marco de la visita oficial de la flamante presidenta chilena. Después de dedicarse mutuos elogios sobre el escenario montado en un descampado de José C. Paz, ambos mandatarios pidieron ser asistidos para saltar desde el elevadísimo tinglado y enfilaron hacia el vallado que los separaba del público.
Estrecharon las manos de quienes se encontraban en primera fila, provocaron el arremolinamiento de los que pretendían tocarlos desde más atrás, y rompieron todos los esquemas del personal de seguridad, como sucede en estos casos. Cristina Kirchner, amiga de Bachelet, también tuvo su cuota de protagonismo: aunque no se mezcló con la gente, pero fue la que recibió más cartitas y saludos a la distancia.
La comunión entre los presidentes de la Argentina y Chile tuvo otras señales menos frívolas. Bachelet dijo que la une a los Kirchner la idea de “asegurar un sistema de protección social” para los sectores postergados. El santacruceño puso el eje de las coincidencias en la resistencia a las dictaduras.
Kirchner definió a su huésped como “una luchadora que sufrió la cárcel” durante el régimen de Augusto Pinochet. Y tendió un hilo conductor con la conmemoración, mañana, de los 30 años del golpe de Estado en la Argentina. Fue plataforma de su enérgica reivindicación de los grupos políticos combativos de los años 70 que fueron reprimidos ilegalmente por los militares.
Afirmó que “fue el mayor golpe sangriento de nuestra historia, pero no nos pudieron vencer”. Y enfatizó: “Seguimos levantando con fuerza las mismas banderas de antaño, por los que están y los que ya no están”.
Antes de hablar ante unas 3.000 personas que llegaron —mayoritariamente— en micros fletados por punteros kirchneristas, los dos presidentes metieron los pies en la tierra arenosa del barrio aledaño para ver las viviendas en construcción, entregar computadoras a escuelas de la zona e inaugurar un jardín de infantes que lleva el nombre de Salvador Allende, el presidente chileno derrocado por Pinochet.
Ese fue el menú de perfil social que prepararon, a pedido de Bachelet, el Gobierno y el intendente local, Mario Ishi, el primer duhaldista que se pasó al bando de Kirchner. Otros vecinos que lo siguieron en esa parábola se mezclaron entre una decena de ministros argentinos y chilenos. Estuvieron Oscar Zilocchi, de San Miguel; Jesús Cariglino, de Malvinas Argentinas; Marcelo Coronel, de General Rodríguez; Mariano West, de Moreno, y Enrique Zuccaro, de Pilar.
Ishi abrió el acto enfundado en un poncho rojo bajo el sol del mediodía y entregó rosas a Michelle y Cristina. La lista de oradores incluyó al gobernador Felipe Solá. Muchos se sorprendieron por la presencia del cómico Larry de Clay sobre el escenario. “Vengo como concejal de Escobar”, repondía a los curiosos que lo interrogaban.
Bachelet y la esposa de Kirchner dieron la nota de color cuando ingresaron a la carpa sanitaria que inauguró el ministro Ginés González García dentro del mismo barrio. El ministro les mostró los anticonceptivos que se repartían y la chilena —que confiesa 54 años— soltó: “Yo ya no los uso.” Cristina —de flamantes 53— no quedó atrás: “Yo tampoco”, dijo.
Las dos amigas llegaron en el helicóptero presidencial junto a Kirchner. La chilena llevaba un sobrio traje azul marino con pespuntes. El santacruceño, su habitual traje oscuro y mocasines. Cristina lució su flamante retoque facial y un saquito mostaza con faja al tono.
El público agitó banderas chilenas y argentinas de plástico durante todo el acto. Bachelet aceptó regalos de campaña (camisetas con la leyenda Kirchner conducción, Ishi intendente) y firmó autógrafos.
Cuando se iba la tironeó la madre de un joven muerto en la tragedia de Cromañón, Nilda Gómez. “Ayúdenos”, le rogó la mujer. “Sí, sí”, le contestó la chilena, abriéndose paso entre los apretujones de la multitud.
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