LA PLATA DE MONTESINOS EN ENTRE RIOS
La familia Winitzky está instalada desde fines de los ’80 en Santa Elena y son de origen peruano. Recientemente concretaron la compra de más de 8.000 hectáreas de tierras en una zona pegada al río, por la cual pagaron más de un millón de dólares. Incluso, hicieron una oferta para comprar las otras 8.000 hectáreas restantes. A su vez, están haciendo una fuerte inversión millonaria en la construcción de una fastuosa estancia e iniciaron emprendimientos en Brugo y Cerrito. El hijo mayor de la familia, Ricardo Winitzky, concretó personalmente todas las operaciones. El hombre fue integrante del equipo de Vladimiro Montesinos durante el gobierno del presidente peruano Alberto Fujimori y se encuentra con pedido de captura por la justicia de dicho país, desde mediados de julio. Al parecer, se encontraría escondido en una de las propiedades de los Winitzky en Santa Elena. Fuentes lugareñas indicaron a ANALISIS que personal de la Interpol estuvo siguiendo sus pasos en las últimas semanas.
Nunca se supo por qué eligieron Santa Elena para instalarse, aunque en esa época -fines de los ’80-, las inversiones de dinero dudoso comenzaron a ingresar a Entre Ríos, especialmente para la compra de extensiones de tierras . Lo único claro es que apenas llegó al poblado, don Julio Winitzky puso un dólar sobre otro para comprar las 1.380 hectáreas de la estancia Puerto Buey. La operación se hizo con los hermanos Louvet, de origen argelino, quienes habían llegado en 1965 a Santa Elena y se casaron con las hermanas Trillo, oriundas de La Paz. Actualmente residen en Santa Fe.
Julio Winitzky venía de Perú, donde había quedado su primera mujer y su hijo Ricardo. Don Julio se volvió a casar -con una bella mujer, que llegó a ser Miss Perú- y de ese matrimonio nacieron dos hijos: un varón -llamado Sergio- y una joven que actualmente reside en Capital Federal.
La estancia Puerto Buey se transformó en un predio de sumo confort, fuerte inversión mediante. La firma pasó a llamarse Ladew Sociedad Anónima (CUIT 30-62034261-7), con sede en Santa Elena y asesorados por un estudio jurídico de Paraná. Los Winitzky comenzaron la explotación del campo, pero nunca tuvieron un rubro definido. Con el tiempo lo fueron variando. En realidad, les importaba poco y nada. De la mano del hijo Ricardo, la vida les iba a cambiar. De hecho, el mayor de los Winitzky instaló una empresa de servicios televisivos en Lima y a principios de los ’90 se transformó en un hombre de confianza de Vladimiro Montesinos. En esos días, en que ya ocupaba un lugar clave en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), apareció un desconocido ingeniero dedicado a la docencia, que se postuló como candidato a la Presidencia.
Alberto Fujimori, un advenedizo en política, capitalizó el desencanto de los peruanos ante las promesas incumplidas y la corrupción generalizada durante el gobierno de Alan García. Pero existía un problema: Fujimori había cometido el delito de evasión tributaria al realizar ventas de propiedades. Si el delito era confirmado, la Presidencia sería inalcanzable para Fujimori. En su afán por frenar a Mario Vargas Llosa, aliado a la derecha tradicional peruana, el presidente Alan García pidió al Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) “hacerse cargo” del tema. Y así ocurrió. “Su problema ya está arreglado”, le dijo Montesinos durante el primer encuentro con el candidato.
Fujimori ganó la elección presidencial en segunda vuelta y se convirtió en rehén de Montesinos.
El hombre de la SIN manejó a Fujimori con el fantasma del fraude tributario y con versiones de hipotéticos atentados que alimentaron la paranoia del mandatario. Montesinos fue acusado de las mas graves violaciones de los derechos humanos cometidas en Perú en los últimos años, incluida una matanza en 1991 y la desaparición de estudiantes y profesores de una universidad de Lima. Pero las causas siempre fueron manipuladas y las denuncias sobre millonarias cuentas en dólares a nombre de Montesinos fueron explicadas por el gobierno como “dineros provenientes del exterior”, que equivale a reconocer honorarios de la CIA.
Fujimori eliminó del escenario nacional a todos los enemigos de Montesinos, tanto en las fuerzas armadas como en la policía, que pasaron a depender del SIN controlado por el asesor. Después, mediante el autogolpe de Estado de abril de 1992, “depuró” los poderes Legislativo y Judicial. A partir de entonces y con una nueva Constitución, las decisiones de gobierno se tomaron en el SIN, el Ejército pasó a ser el partido fujimorista y los poderes Judicial y Legislativo -con mayoría oficialista- fueron sólo el eco de las decisiones centrales. Fujimori detentaba el gobierno, y Montesinos ejercía el poder. Ahí cerca, casi a su lado, estaba Ricardo Winitzky.
Una sociedad con millones de dólares
Winitzky tenía un pacto de negocios con otros argentinos: Daniel Borobio Guede y Saúl Mankevich Lifschitz. Cada uno contaba con una empresa de comunicaciones. Borobio tendría domicilio en Chile actualmente. Mankevich Lifschitz tiene residencia en La Pampa 1456 3º “C” de Capital Federal y aparece en dos sociedades argentinas: Avant Consulting SRL (junto a Eugenio Luis Lifschitz, de Capital Federal) y en Sweater SRL.
El número dos del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Rafael Merino Bartet, así como el asesor de Montesinos, Augusto Bresani León, declararon ante los tribunales que los tres publicistas diseñaron campañas de desprestigio contra políticos, empresarios y periodistas críticos del régimen. También manejaban cuentas publicitarias del Estado y repartían los avisos a los medios de comunicación que se “portaban bien” con la dictadura. Borobio, Winitsky y Mankevich recibían pagos de Montesinos para escribir los titulares de las primeras páginas de los llamados diarios chicha (amarillos) al servicio del régimen, para destruir el prestigio de los enemigos del gobierno.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
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