La Universidad Obrera Nacional, un ejemplo del acceso a derechos
Hace más de 60 años el general Juan Domingo Perón inauguraba esa escuela superior, de la cual los trabajadores que cursaban egresaban como ingenieros de fábrica.
Diseñar un modelo de Nación no es moco de pavo. La llamada Generación del ’80, que cerró gobernando el último capítulo de la historia del siglo XIX, se basó en el modelo de Constitución norteamericano, y el proyecto de país fue delineado a la luz de esos conceptos de libre mercado y economía presuntamente abierta. Juan Domingo Perón, promediando el siglo XX, montó el andamiaje de otro proyecto de nación sobre la plataforma de la justicia social, la libertad económica y la soberanía política. La primera y la última de esas banderas marcaban claramente la diferencia entre ambos principio de libertad económica: la economía libre la dictaba una nación soberana políticamente, y debía garantizar la justicia social, no la “mano invisible del mercado”, que tanto se debatió en los últimos tiempos.
Por tanto, para el peronismo, la intervención del Estado en la economía, para otorgar las mismas chances a quienes no las han tenido respecto del resto de la comunidad, es una medida virtuosa. Tan virtuosa la consideró Perón en términos de mayor incorporación de derechos, que creó en 1948 e inauguró en 1952 la Universidad Obrera Nacional, antecesora del la prestigiosa Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Lejos de quienes siempre criticaron por “improvisada” a la política económica del peronismo, desde sus comienzos existió una idea de desarrollo económico, de necesidad de superar la suplantación de importaciones con un verdadero salto tecnológico e industrial, y para ello era necesario no sólo capacitar a los trabajadores, había que formarlos, permitir, al fin y al cabo, ejercer derechos, los mismos que otros que tuvieron mejores condiciones para acceder a la universidad o a cualquier ámbito de la sociedad.
Es notable, releyendo el discurso pronunciado 8 de octubre de 1952 por el entonces presidente en el acto inaugural de la Universidad Obrera Nacional, cómo Perón vincula los conceptos de justicia social y cultura: “…en 1945 entreví la posibilidad de desarrollar en esta forma una mayor elevación cultural de nuestro pueblo. Cuando hablamos de la justicia social no dijimos que había que llevar solamente un poco más de dinero a los hogares del pueblo argentino o un poco más de comida a sus hijos; hablamos también de nutrir más abundantemente el alma y la inteligencia de nuestro pueblo”.
Quien quisiera ingresar a la UON debía acreditar título de técnico de fábrica o haber egresado de alguna de las escuelas industriales del Estado. Los cursos tenían una duración de cinco años. Al término de los mismos, a los egresados se les otorgaba el título de ingeniero de fábrica.
La UON contenía a las Facultades Regionales de Santa Fe, Rosario, Córdoba, Mendoza, Bahía Blanca, La Plata, Tucumán y Avellaneda. Los decanos de esas facultades fueron obreros, como exigía el reglamento de la universidad.
En la facultad de Buenos Aires el decano fue César Mazzetti; en Santa Fe, Hugo Deheza; en Córdoba, Juan Félix Figueroa; en Rosario, Ángel Álvarez; en Tucumán, Virigilio Heredia; en Mendoza, Ignacio Gómez , y en La Plata estuvo al frente el secretario técnico de la UON, ingeniero Ernesto Domínguez.
Sueño truncado
Quienes creemos y además ponemos en práctica el consenso como forma fundacional de hacer política, también somos conscientes de los límites del mismo. Por eso hablamos de dos proyectos de país: resulta casi imposible conciliar determinados temas, porque la propia naturaleza de esas concepciones impiden los acuerdos deseados, al menos de una de las partes.
Así, la Universidad Obrera Nacional creada en 1952, apenas un lustro más tarde, vio truncado el amplio futuro que tenía por delante, al irrumpir en la escena política la dictadura que derrocó sangrientamente a Perón en 1955.
Imponiendo su perfil liberal, aquel régimen desmontó toda la arquitectura que en una década le permitió a la Argentina tener un perfil productivo autónomo, un proceso de industrialización que ya estaba en los umbrales de ingresar a su etapa pesada, un nivel de ingresos de primer nivel en Latinoamérica, y con niveles de inclusión y de acceso a derechos extraordinarios.
Según cita Delia Teresita Álvarez de Tomassone en su libro La génesis de una Universidad (1948-1962), “…las dificultades de la etapa abierta en 1955 para la Universidad Obrera, quedaron plasmadas también en las estadísticas”. En el último año de gestión peronista, ingresaron a la Universidad Obrera Nacional 991 trabajadores. Dos años después, bajo la dictadura de Aramburu y Rojas, sólo 883.
El consenso no fue posible. Más tarde se produjo la metamorfosis que llevó a la Universidad Obrera Nacional a transformarse en la Universidad Tecnológica Nacional. Pero se perdieron muchos años. Y como la función social de un claustro depende del modelo de nación que quiere llevar adelante quien ejerce el poder, el acceso a la UTN por parte de los sectores más vulnerables, que el peronismo había garantizado en la UON, tampoco fue posible.
Por eso, cuando acentuamos la necesidad de continuar y profundizar el modelo que Néstor Kirchner inauguró en 2003 y la presidenta Cristina Fernández lidera en la actualidad, mencionamos que forma parte del mismo proyecto nacional y popular, que se consolidará si se aprende que con la intolerancia el Pueblo nunca gana.
Fuente: Prensa diputado Rubeo (h)
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