La UNR otorgará el doctorado honoris causa al arquitecto Mario Corea
“Creo que la vida me dio una gran revancha, que se consolida con este título”. La UNR le otorgará hoy el doctorado honoris causa al arquitecto rosarino Mario Corea, autor del Heca y del Centro Municipal de Distrito Oeste.
El arquitecto rosarino Mario Corea será reconocido hoy con el título de doctor honoris causa por la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Por las condiciones sanitarias que impone la pandemia del coronavirus, esta distinción se desarrollará de modo virtual e incluirá a otros dos destacados profesionales de Buenos Aires: Claudio Vekstein y Jorge Moscato. El acto se realizará desde las 15, y será transmitido en vivo por YouTube UNR Oficial.
Esta designación fue propuesta por Ana Valderrama, Bibiana Cicutti y Jorge Lattanzi, aprobada por el Consejo Directivo de la facultad y el Consejo Superior de la UNR, y tuvo en cuenta el importante aporte de los tres a la dimensión pública de la arquitectura en todo el país. Desde ese escenario de realización, y desde su estudio en Barcelona, Corea repasó con La Capital su partida forzada por cuestiones políticas, su extensa carrera y analizó el comportamiento de las ciudades en tiempos de pandemia.
Corea tiene 80 años, se recibió en Rosario, trabaja hace más de 40 en Europa, y en la ciudad es autor de obras emblemáticas como el Centro Municipal de Distrito Oeste Felipe Moré y del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca). Dos realizaciones clave, una en el inicio del proceso de descentralización municipal, y la otra para elevar de condición la salud pública en la ciudad.
Obtuvo un máster en arquitectura en Harvard y un diploma en estudios urbanos en Londres, es profesor en la Universidad Politécnica de Barcelona y profesor invitado en diversas casas de altos estudios de Estados Unidos, Bélgica y Argentina. En 2012 recibió el premio Konex.
—¿Qué le significa este título?
—Sin dudas, es uno de los más importantes de mi carrera, por el momento en que me llega, y sobre todo porque me lo dan en mi propia casa. Me hace sentir muy satisfecho y orgulloso. Yo me gradué en Rosario y comencé mi carrera ahí. Y si no me hubiera tenido que ir, todavía estaría dando clases en esa facultad.
—Teniendo en cuenta que se fue de la ciudad para escapar de la dictadura militar, ¿siente que este reconocimiento representa una forma simbólica de reconciliación con su punto de partida?
—Yo me fui mal de Rosario, por ser militante de izquierda. Lo sentí como un exilio, porque yo no quería alejarme de mi lugar y mi gente. Soy muy de Newell’s, todavía leo La Capital y escucho música argentina. Por suerte, pude volver de la mano de Hermes Binner para hacer obras en Rosario y en la provincia, y también pude conseguir un lugar en la arquitectura catalana. Creo que la vida me dio una gran revancha, que se consolida con este título.
—Estuvo vinculado al Plan Director y a obras emblemáticas en la ciudad como el Centro de Distrito Oeste y el Heca.
—Mi primera gran obra en Rosario fue el Heca, y obtuvo muchos premios. Para mí, está entre mis mejores cinco obras. Me acuerdo que lo primero que sugerí fue que se hiciera una obra nueva en otro terreno, para tener una mayor envergadura. Y recuerdo que Binner estuvo rápidamente de acuerdo. Y su ubicación es una de las principales virtudes. Hoy queda claro que lo invertido en arquitectura vinculada a la salud pública multiplica su valor en tiempos de pandemia. Y eso se refleja en las estadísticas de Santa Fe en relación a otras provincias.
—¿Y del Distrito qué destaca?
—Más allá del distrito que diseñé, también participé del proceso de todos los distritos, con ubicaciones y asignaciones a otros importantes arquitectos. Creo que todo eso representó un gran avance para la política de descentralización que llevó adelante Rosario. Poner los servicios más cerca de la gente, generó un cambio radical y fue uno de los grandes éxitos de la gestión de Binner.
—¿Cómo cree que serán las ciudades después de la pandemia?
—A nivel mundial veo un gran desconcierto. Esta pandemia no es como otras anteriores. A veces se expande endémicamente, y en otras ocasiones es más sutil. Ahora estamos teniendo más casos en Barcelona producto de una segunda oleada del virus y de la mala conducta de la gente después del confinamiento. Mucha gente dejó de usar barbijos y mascarillas, empezaron a dejar de respetar la distancia social, volvió la vida nocturna con mucha fuerza, y todo eso provocó un auténtico descalabro.
—¿Cómo analiza la relación entre ciudad y pandemia?
—Para mí, no hay una relación directa. No creo que haya una ciudad anti pandemia, es el comportamiento social el que puede revertir la situación y frenar el desarrollo de ésta o futuras pandemias. La ciudad no tiene manera de protegerse de este virus. Por lo tanto, desde el punto de vista de la arquitectura, no veo una incidencia, aunque muchos hablan de otras cuestiones. Me parece que son parte de la angustia de buscar soluciones.
—¿Cómo deben actuar las ciudades?
—Las ciudades deben tener, como tiene Rosario, una estructura de salud sistemática, diversa, de jerarquías, con centros de salud, pequeños hospitales, y otros hospitales más grandes de referencia. Eso sí ayuda en pandemia. Hay que aceptar, promover e invertir dinero en salud. Queda claro que Rosario debe seguir el mismo camino, jerarquizando su estructura de salud, con la que hoy marca la diferencia.
—¿Qué le parece el concepto de la ciudad de los 15 minutos que se quiere implementar en París, que promueve la creación de una accesibilidad a todos los servicios necesarios para vivir en la corta distancia?
—En realidad es una idea vieja, que viene de cuando el movimiento moderno estudió la ciudad peatonal. Es una idea de comodidad. Creo que para ciertos trabajos es impracticable. No puede haber una universidad a 15 minutos de cada estudiante. Quizás puede haber un primario, pero no un secundario, y mucho menos una universidad. Más en ciudades que superan el millón de habitantes. Tampoco puede haber hospitales de alta complejidad cada 15 minutos. Es un poco cuento. A lo mejor, para algunas compras y servicios diarios está bien, pero a partir de ahí se acabaron los 15 minutos. Hay que tener cuidado con estos planteos, sobre todo en esta etapa de angustias y preocupaciones sociales.
—¿A los 80 años, se sigue planteando objetivos?
—Me siento como a los 50, por eso sigo activo. Estoy desarrollando el proyecto del Hospital General de Tarragona de 100 mil metros cuadrados, con otro arquitecto asociado. Continúo proyectando, dibujando, pintando, y doy clases en un Máster de arquitectura sanitaria en la Universidad Politécnica de Barcelona. Quiero seguir así.
—¿A quién quiere agradecer en este momento?
—Primero a mi familia, y a todos los que trabajaron conmigo. También a Silvana Codina, a la universidad y a Ana Valderrama por este reconocimiento. Y no puedo dejar de mencionar a Josep Lluís Sert (arquitecto español), que fue un gran maestro para mí, ya que sin él no hubiera llegado a nada. Y también debo destacar especialmente a Hermes Binner, por su confianza, por su amistad y porque me permitió volver a mi tierra.