LAS HERMANAS DEL HUERTO SE VAN DEL HOSPITAL CULLEN
Durante más de 100 años, la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto brindaron asistencia médica y espiritual a aquellos pacientes internados en el hospital Cullen de nuestra ciudad que así lo requirieran.
Esta obra apostólica -que responde a una de las misiones de estas religiosas, mandadas por el fundador de la congregación, San Antonio María Gianelli- se vino desarrollando desde entonces, colaborando de buena manera en ese aspecto. Pero como consecuencia de que desde hace cuatro años sólo dos hermanas estaban encargadas de tales tareas, casi imposible de ser cubiertas sólo por ellas para todo el hospital, desde la sede de la orden ubicada en Córdoba se decidió que las hermanas finalizaran su labor.
Antes de su partida -que se concretó el viernes pasado-, la Madre Superiora, hermana Salomé Ortiz, y la hermana María del Carmen Puche, recordaron qué actividades venían realizando y manifestaron abiertamente su agradecimiento a la comunidad santafesina.
En relación a su partida de Santa Fe, explicaron que “se venía estudiando el tema de que no hay religiosas jóvenes hospitalarias. Este hospital es inmenso e implica mucho esfuerzo y pocas hermanas no dan abasto. Al menos necesitaríamos ser cinco como para salvar la situación en la parte espiritual y apostólica de los pacientes de este hospital”.
Sin embargo, adelantaron de que -a pesar de que se estima que nuevas religiosas realizarán esta misión- los pacientes no estarán desatendidos mientras tanto. Al respecto, mencionaron que “se vio que si las hermanas nos íbamos de este hospital quedaba el capellán (que en otros hospitales no hay) además del voluntariado y el Grupo de Oración. Se vio que los enfermos no iban a quedar abandonados y continuaría la labor apostólica como Iglesia, sin la presencia de las religiosas”.
Capellán y voluntarios
Por eso, ante la ausencia de estas religiosas, el hospital quedó en manos del capellán Luis Miralles, de la capilla de Nuestra Señora del Huerto ubicada contigua al hospital, por Lisandro de la Torre, “un hombre celoso de su trabajo que está a disposición del enfermo a la hora que fuera”, opinaron las hermanas.
Las labores que realizaban consistían en acompañar al capellán con el Santísimo, hacer acompañamiento de los enfermos, prepararlos para cuando van a recibir algún sacramento, entre otras. Además, junto a los voluntarios (que son alrededor de 20 personas) se rezaba el Rosario, se compartía la oración, y luego cada uno se distribuía entre las distintas salas del hospital.
En relación a los voluntarios, las hermanas Salomé y María del Carmen opinaron que “es un grupo que está formado por varones y mujeres, que trabajan muy bien, son muy apostólicos y responsables, además de perseverantes. En la parte espiritual, están asesorados por el capellán”.
Y agregaron: “Ellos nos advierten sobre cuáles son las necesidades de los pacientes, como ropa u otras cosas que pidan, y para eso, tenemos un armario disponible para poder ayudarlos”.
Obra apostólica
El reemplazo de las hermanas será una decisión del obispo santafesino, monseñor José María Arancedo. En este sentido, las hermanas explicaron que “él va a definir si vienen o no otras religiosas. Como el establecimiento pertenece a las damas de la Sociedad de Beneficencia, ellas respetan la presencia religiosa femenina. El señor arzobispo está buscando pero no hay una decisión cierta”.
Las hermanas dijeron sentidamente que “nos vamos con el dolor de dejar una obra, que es la obra de Dios y no de las hermanas. Es una obra que nació del corazón de Cristo por los enfermos. Luego surgió la necesidad cuando Dios inspiró a San Antonio María Gianelli a que fundara una congregación para el cuidado de los enfermos, que estaban abandonados por una guerra y la peste que hubo en Italia. Así fue como fundó el Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto, y en 1829 surgieron las ramas apostólicas de la congregación para los enfermos y necesitados”.
Y continuaron: “En 1856 llegó la congregación a América, a Montevideo, Uruguay, y de ahí se fue distribuyendo por distintos países. Llegaron a Santa Fe hace aproximadamente 100 años, al hospital Cullen. Ha nacido aquí la obra apostólica de las hermanas del Huerto. Fuimos capacitadas en el tema de enfermería y desde un principio brindamos asistencia a los pacientes y, por ejemplo, las hermanas trabajaban en los quirófanos. Tengo entendido que -entonces- también tenían a su cuidado las personas de la cárcel, a través del trabajo de una hermana. Pero cabe aclarar que las Hermanas del Huerto también son docentes y cuentan con un colegio en ésta y otras ciudades”.
Adiós y agradecimiento
Por último, las religiosas del Huerto advirtieron que -a nivel mundial- hay una crisis de vocaciones en las congregaciones, incluyendo la que ellas integran. Éste fue uno de los motivos por los cuales no llegaron más religiosas a Santa Fe.
Por eso, explicaron que “se tomó esta decisión teniendo en cuenta la situación humana (somos pocas y no alcanzamos a atender a todos los pacientes). Dijeron que ya no podemos por la parte humana, aunque no por la parte espiritual porque seguimos teniendo ese fuego adentro de esparcir el Evangelio donde sea”. Las hermanas regresaron a la sede de la congregación ubicada en la ciudad de Córdoba y de ahí serán destinadas a otros lugares.
Por último, manifestaron su sentido agradecimiento “por todo lo que recibimos; siempre fuimos muy bien acogidas y atendidas por la gente. Sentimos que nos tenemos que ir pero agradecemos todo el bien que hemos recibido. El agradecimiento es muy grande de la congregación hacia la sociedad santafesina y la Sociedad de Beneficencia del hospital, que es el alma mater de la institución, ya que sus damas tuvieron a cargo la construcción de esta casa y las comodidades que tenemos”.
Ausencia sentida
Ana María de Iriondo, integrante de la Sociedad de Beneficencia del hospital Cullen, opinó que “la partida de las Hermanas del Huerto significa para nosotras una ausencia sentida porque fueron grandes colaboradoras y eran necesarias para el hospital. Trabajaron mucho en la atención de los enfermos junto con el padre Miralles, quien también las va a extrañar porque se queda solo”. Y agregó que “fueron muy colaboradoras, tenían una inquietud y se acercaban a nosotras para pedirnos algo para los pacientes o explicarnos alguna situación a resolver las necesidades de los enfermos. Además, durante la inundación ayudaron mucho en el reparto de ropa e hicieron muchas otras cosas por el hospital”.
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