LENNY KRAVITZ HIZO VIBRAR LA BOMBONERA
Esto no es un show, es una celebración. Y como en toda celebración, nos vamos a tomar nuestro tiempo”, aclaró Lenny Kravitz antes de entrar en la larga coda instrumental de Let Love Rule. La noche del sábado, ante una Bombonera repleta de un público eminentemente femenino, el cantante desplegó una batería de hits apoyado en una banda impecable. El artista estuvo secundado por su grupo de hace años: el guitarrista Craig Ross, el bajista Jack Daley y la baterista Cindy Blackman, además del tecladista George Laks, tres vientos y tres coristas. El concierto, que duró dos horas, arrancó con Minister of Rock and Roll, que abre su nuevo disco.
Con un carisma como hacía rato que no se veía en un escenario porteño, Kravitz manejó a la concurrencia a su antojo, haciéndola cantar, aplaudir y cualquier cosa que se le ocurrió. En medio de un operativo de seguridad imponente y precedido por los locales Javier Malosetti y Dante Spinetta, el estadounidense se metió al público argentino en el bolsillo.
Contra los pronósticos de quienes decían que lo suyo era “rock para chicas”, el músico ofreció una performance demoledora, basada en su particular mezcla de soul, funk, rock y esas baladas power que tan bien le salen. Es cierto, uno puede rastrear con toda facilidad sus influencias y no hay gran novedad en lo que hace… ¡pero qué bien que lo hace!
Aunque gran parte del público no respondió a las largas zapadas en que se enzarzaba la banda, sí lo hizo con las canciones. Es que, a lo largo de quince años, Kravitz ha amasado una considerable lista de temas pegadores, cortando como simples al menos cinco canciones de cada uno de sus siete discos. De hecho, era evidente que quienes se llegaron a ver el show no eran esencialmente rockeros, y sin embargo todo el mundo conocía cada tema al dedillo. El cantante, compositor, productor y multiinstrumentista tuvo el buen tino de alternar las baladas con sus canciones más poderosas, de modo que el ritmo del show se mantuvo a tope.
El público que colmó la cancha de Boca fue de los más ordenados que se hayan visto por estas pampas. Que el estadio estuviera lleno es todo un mérito, ya que no es uno de los puntos habituales para ver conciertos. Este mérito se duplica si se tiene en cuenta que las entradas costaban entre 50 y ¡500! pesos. Por eso, una vez que llenaron la primera fecha, los organizadores armaron una segunda, ayer, con el campo sin butacas y entradas más baratas.
El sonido fue atronador pero clarísimo, con la banda sostenida por el bajo de Daley y la batería de Blackman (una base cuya contundencia realmente aflojaba las muelas) para darle a Kravitz, y sobre todo a Ross, la oportunidad de mandarse con solos de antología. Cuando llegó el remanso de Be y Stand by my Woman, el guitarrista (además director musical del ajustadísimo grupo) se puso espalda con espalda con el tecladista Laks para hacer los dos temas sin guitarra, con piano y órgano Hammond.
Dueño de un magnetismo innegable, Kravitz se comió la cancha de Boca, ofreciendo uno de los show más poderosos y compactos que se hayan visto en mucho tiempo. Bastaba que se acercara al borde del escenario para provocar un solo chillido ensordecedor por parte del mar de señoritas que poblaron la Bombonera.
Para cuando Kravitz salió a hacer su segundo bis (Are You Gonna Go my Way, que junto con otro funk and roll, Always on the Run, fueron lo mejor del show) con la guitarra con los colores y el escudo de Boca que le regaló Mauricio Macri, habían pasado dos horas y casi todos los grandes éxitos del músico. A lo largo de ese rato hubo soul, rock, reggae, funk… si después de semejante despliegue hay quienes insistan en llamar despectivamente a eso que se vio y escuchó “rock para las chicas”, pues entonces, bienvenido sea.
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