Pacientes del Agudo Avila rodaron su propia película
Son 60, y a ellos se sumaron trabajadores del centro de salud mental. Se estrena el próximo viernes en el cine El Cairo.
ingresar al centro cultural Gomecito del Hospital de Salud Mental Agudo Avila para hacer una nota sobre la película “Anfora ¿Y si tus sueños fueran pesadillas?”, este diario esperaba una proyección. Nada de eso ocurrió, para sumar misterio al título. La ficha técnica del filme, que juran aún nadie vio, dice que fue rodado por 60 pacientes o “usuarios” (ambulatorios e internos) del Agudo Avila y trabajadores del equipo de salud mental, vecinos del psiquiátrico y artistas invitados. El género reza “suspenso” y un trailer que circula por Youtube introduce al clima oscuro que describen los protagonistas. “Un sueño es un rompecabezas incompleto. O un laberinto donde estamos perdidos. La cuestión es encontrar el camino de salida. O morir encerrados”, dice una voz en off. “Confinamiento” y “manicomio” son otras palabras que surgen del diálogo con Leonardo Villarruel, el personaje “más siniestro” de la historia. Como contrapartida, de la boca del actor, también paciente, salen otras: “descomialización”, las puertas que se abren. Y arte, cultura, expresión, como formas de cruzarlas.
La película se estrenará, para todo público, el próximo 9 de diciembre en el cine El Cairo (Santa Fe y Sarmiento), a las 17.30. Luego le seguirá un documental filmado en el mismo espacio y con el elocuente título de “Nada sobre nosotros sin nosotros”.
En esa línea, y con participantes que fueron y vinieron, el mismo espacio ya había transitado por otras experiencias (radio, micros audiovisuales, cortometrajes y hasta un programa emitido por , con dos producciones “Luces calientes” y “Pastillas”).
“Pero esta apuesta fue de lejos la más ambiciosa y superadora de todas”, dicen todos. De hecho, dos años y medio pasaron desde que empezó a esbozares el guión, un trabajo encarado entre Roberto Barrionuevo, otro de los pacientes ambulatorios, un cinéfilo que en su casa atesora más de 750 películas, y el director del taller, Ignacio balconeá.
“Charlando con Roberto de películas que habíamos visto, empezó a aparecer una historia que en sus orígenes incluía extraterrestres, porque a los dos nos gusta la ciencia ficción, pero que luego derivó en esta, que dudé en definir como de terror o suspenso”, cuenta balconeá. El guión fue mutando, las improvisaciones hicieron lo suyo y la edición terminó por hilvanar “un recorrido hasta llegar a lo que es hoy”.
Tanto el director como los actores describen a la pela, que dura 80 minutos, como “oscura”. De naife, nada. “Queríamos hablar sobre una problemática que nos atraviesa, la salud mental, y encontrar una manera para hacerlo sin linealidad”, explica balconeá.
En ese intento, el formato del “sueño” los dejó en “libertad para hablar de la locura, que siempre es un tema atractivo, pero a la vez medio oculto y temido”. El escenario onírico también les “permitió una filmación fragmentada”.
Imposible escuchar eso y no evocar al fascinante cineasta norteamericano David Lynch. Todos (director, pacientes-actores, integrantes del equipo de salud mental) coincidieron en la referencia.
El misterio, la oscuridad, la culpa, el remordimiento, el castigo, el encierro, son hitos y metáforas que recorren la historia, desencadenada en el seno de un hogar “desarticulado”, donde la madre encierra a un hijo al que acusa de una acción —romper un “ánfora”— que en rigor cometió Victoria, la hija.
Paso de tiempo mediante, la chica sueña con el confinamiento de ese hermano castigado con aquiescencia en su lugar y al que intentará rescatar del confinamiento y la consecuente despersonalización, para evitar que muera encerrado. Oscuras fuerzas tratarán de impedírselo.
El filme, rodado y editado gracias al apoyo de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud santafesino, significa mucho en la vida de cada uno de sus protagonistas.
“Esto se filmó con gente que conoce íntimamente la experiencia del encierro”, afirma Leo, y da fe de saber de qué habla. “Es bueno que la salud y la cultura vayan de la mano, acá y en cualquier hospital”, dice a su turno Alejandra laque, otra de las protagonistas. Su esposo, el guionista y actor Barrionuevo, advierte que esta será “la primera, no la última película”.
Otros actores-usuarios de “ánfora”, como Hugo Lancina, rescatan que el filme “levanta el ánimo y hace ver que se puede vivir la vida con todos sus matices”. germanista noruega, que encarna a la cocinera —un “papel breve, pero revelador” en el filme, aclara su director— apenas se anima con un “Yo, ¿vio?, lo hago con amor”.
Otra película, dentro de la película, al mejor estilo Lynch, pero mucho menos sombría.
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