Inseguridad en Santa Fe
Parroquia San Cayetano: cuatro robos en diez días la dejaron sin luz
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El padre Diego Sosa describió los episodios que forzaron la suspensión de las actividades nocturnas y generaron inquietud por la falta de seguridad en el barrio.
La parroquia San Cayetano, ubicada en Padre Genesio 1644, en la ciudad de Santa Fe enfrenta una situación crítica tras sufrir cuatro robos en apenas diez días. Según el párroco Diego Sosa, tres fueron vinculados al sistema eléctrico y otro a la alcancía del templo.
El sacerdote detalló cómo se produjeron los hechos: “Hace 10 días fue el robo de la bajada de los cables de la calle hasta el medidor de Cáritas, que está a tres cuadras. En la madrugada del lunes robaron los cables de la parroquia, los arreglamos y en la madrugada del jueves nuevamente”.
Las pérdidas son importantes. “El trabajo del electricista y demás cuesta más de 200.000 pesos cada vez que hicimos la conexión. En 10 días fueron 700.000 pesos, un costo importante”, precisó.
Actividades interrumpidas
Sin energía, la parroquia debió interrumpir todas las actividades nocturnas, incluidas las catequesis y encuentros que comenzaban a las 19.30. “Estamos ahora sin energía porque para qué lo vamos a arreglar otra vez si luego está el riesgo de que lo roben otra vez”, expresó el sacerdote.
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Incluso un casamiento previsto para el fin de semana se vio afectado. “Les dije a los novios si querían que pidamos otra parroquia prestada, pero ellos lo querían hacer acá por una devoción a San Cayetano. Me dijeron: ‘aunque sea sin luz’”, contó.
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La comunidad evalúa alternativas junto a la empresa eléctrica para mejorar la seguridad. “Queremos consultar para ver si tenemos algún modo más seguro, porque evidentemente este sistema no va más”, señaló. Tras la última reparación se colocaron cables antivandálicos, pero “duraron 48 horas”.
Inseguridad y cansancio
El sacerdote describió el contexto de la zona, donde los hechos delictivos se repiten. “Nos sentimos como un vecino más. La Escuela 38 en estos días fue vandalizada también. Los vecinos me cuentan lo que está pasando y nos preguntamos con pena si habrá que resignarse a esto”, comentó.

Con más de dos décadas de labor pastoral, Sosa comparó la realidad actual con la de otras localidades: “La mayoría de mis años de cura fue en el interior, y se vive de otra manera. Acá tener que acostumbrarse a todo esto… te cansás, pero sobre todo te preguntás: ‘¿No se podrá hacer nada?’”.
El párroco hizo la denuncia correspondiente y valoró la atención policial, aunque reconoció las limitaciones del sistema: “Me explicaban el tema de las cuadrículas, que por ahí son muy amplias, entonces una vez que pasa el patrullero hasta que vuelve a pasar, tienen tiempo de hacer sus fechorías”.
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Finalmente, apeló a una mirada comunitaria: “Pienso en una dimensión solidaria de esto también, pero es una locura. Las familias saben lo que están haciendo sus hijos o los integrantes de su familia. Los vecinos a veces también pueden saber qué vecino se dedica a estas cosas, pero tienen reparos en denunciar”.
El sacerdote concluyó con una reflexión sobre la inseguridad cotidiana: “Hoy, gracias a Dios, hablamos de un tema incómodo pero menor. Pero hay cosas más importantes que pasan en lo que tiene que ver con la seguridad, y es una pena tener que resignarse”.

