Polémica en Francia por las confidencias de François Hollande
Inmigración, Islam, vida privada, justicia. Las confidencias de François Hollande a dos periodistas, publicadas hoy en Francia en un libro titulado “Un presidente no debería decir eso”, provocaron estupor, incluso en su propio partido, indignación entre los magistrados y sorna en la oposición de derecha.
“¿Dónde está la función presidencial? ¿Dónde está su visión, su reserva, su pudor?”, dijo escandalizado el ex primer ministro liberal Jean-Pierre Raffarin, senador de Los Republicanos. En una crítica que podría resumir a todas las demás, Raffarin calificó el libro de “palabrerío desesperado”, “él mismo, desesperante”.
Desde que salieron a la luz algunos extractos del libro -que no fueron desmentidos por el palacio del Elíseo-, la oposición se lanzó a una tarea de demolición de un presidente que, según los autores, se reunió con ellos en 61 ocasiones durante cinco años, incluso fue a cenar a sus respectivos domicilios.
Durante esos cinco años, en esas 600 páginas, el jefe del Estado libra a los periodistas Gérard Davet et Fabrice Lhomme del diario Le Monde confesiones a veces explosivas, que se ubican muy lejos de lo que suele decir en público.
Sobre la inmigración, por ejemplo, el jefe del Estado afirma que “llegan demasiados inmigrantes, que no deberían estar aquí”. También dice que “hay un problema con el Islam. Es verdad. Nadie lo duda”. “Porque el Islam exige reconocimiento y sitios específicos”, opina. Para Hollande, en realidad, “no es el Islam que plantea problemas en tanto que religión per se, sino porque quiere afirmarse como religión en el seno de la República (laica)”.
Sobre su antecesor, Sarkozy
El presidente evoca extensamente la personalidad del ex presidente conservador Nicolas Sarkozy a quien califica de “pequeño De Gaulle”. “Tuvimos a Napoleón, el pequeño. Y bien, él será De Gaulle, el pequeño”, ironiza. Para Hollande, su antecesor en el cargo es “grosero, mala persona y cínico”. “Lo que nadie ve en él es que no sabe diferenciar entre lo que es posible y lo que no lo es; lo legal y lo ilegal; lo decente y lo indecente. ¿Por qué esa especie de atracción por el dinero? Solo se rodea de gente de dinero. ¿Por qué?”, insiste.
Y continúa: “Yo residente de la República, jamás fui inculpado. Nunca espié a un juez, jamás solicité nada a un juez, jamás fui financiado por Libia”, subraya, evocando la investigación judicial en curso sobre la supuesta financiación del ex coronel Muamar Khadafy a la campaña presidencial de Sarkozy en 2007.
El actual presidente habla también de las sospechas que pesaron alguna vez sobre François Fillon, ex primer ministro de Nicolas Sarkozy y actual adversario en las primarias de Los Republicanos, que habría solicitado al Elíseo acelerar las investigaciones judiciales contra el ex mandatario. Hollande confirma: “Le dijo a Jouyet (secretario general de la presidencia), ¿pero cómo es posible que no puedan obligar a la justicia a hacer más?”.
Hollande habla también de otras personalidades como su primer ministro, Manuel Valls, quien, “gracias a su lealtad absoluta”, sería su heredero. De Emmanuel Macron, entonces ministro de Economía: es un “buen muchacho”, “auténticamente de izquierda”. “Emmanuel Macro soy yo”, concluye, antes de que éste lo traicione para fundar su propio partido.
Las mujeres de su vida
El capítulo probablemente más interesante es aquel en el cual se refiere a las mujeres de su vida. En relación a la actual ministra de Ecología, Ségolène Royal, madre de sus cuatro hijos, Hollande reconoció que “es quien mejor me conoce”, de la cual se “siente más cerca” y cuyas opiniones son las más valiosas.
El presidente puso especial interés en destacar que en los primeros años de su presidencia tuvo reticencias en designarla en el gobierno por temor a acusaciones de nepotismo. “Hubiera sido escandaloso decir eso porque Ségolène tiene su propia existencia, dado que fue candidata a la presidencia de Francia. El hecho de estar separados me permitió designarla. De lo contrario, hubiera sido muy difícil”, confesó.
En cuanto a la segunda compañera de su vida, Valérie Trierweiler, la describió como una “mujer enfermizamente celosa”. “La obsesión se Valérie no era Julie u otra. Era Ségolène (.) Nunca se sintió tranquila porque siempre pensó que Ségolène iba a volver”, dijo.
Los autores del libro narran que en una cena con la periodista, ella confesó que estaba “locamente enamorada” de Hollande. “Pero no es fácil porque no se afloja nunca. ¡Nunca!”, dijo.
Refiriéndose al comunicado oficial que debió publicar en enero de 2014 para anunciar que había “puesto fin a [su] vida en común con Trierweiler, el presidente reconoció que fue “el peor momento” de su mandato. “En el plano personal, fue [el momento] más duro. No conocí otro peor”, insistió.
Por primera vez, Hollande evoca en el libro su relación con la actriz Julie Gayet, iniciada “a principios de 2013”, es decir casi un año antes de lo que se pensaba. Sin embargo, en ningún momento citó su nombre.
También evitó definir el comienzo de su relación como un “flechazo” y sostiene que, con frecuencia, se inquieta por las repercusiones que puede tener este idilio en su vida profesional de la actriz. “Siempre le digo: ‘Yo no sé si esta historia tuvo un impacto negativo para mí. Pero tú, tú has perdido”, suele decirle, según confesó.
La crispación provocada por el libro podría, en todo caso, deteriorar aun más la imagen de un presidente que se esfuerza en defender un balance malogrado por un desempleo persistente.
Para Frederic Dabi, del instituto de sondeos IFOP, el problema no es la aparición de un nuevo libro de confidencias presidenciales lo que perturba esta vez, sino la palabra “expresada sin filtro por la principal personalidad del Estado”.
Para Hollande, bloqueado desde hace meses en 20% de opiniones favorables, el gran desafío es volver a ser “audible” ante la opinión pública.
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