“¿Qué ha estado pasando mientras no estuve?”
En su primera intervención pública tras dejar la Casa Blanca, Barack Obama evitó criticar a Trump y anunció que se dedicará a la formación de nuevos líderes.
Relajado tras unas largas vacaciones, sin corbata, Barack Obama reapareció en público ayer por primera vez desde que dejó la Casa Blanca, un retorno esperado con ansiedad por muchos demócratas que anhelan verlo al frente de la resistencia a la presidencia de Donald Trump.
Pero Obama, fiel a la tradición que siguen los mandatarios estadounidenses cuando dejan el poder, eludió toda crítica frontal a Trump, actitud que está decidido a mantener, según sugirió su entorno.
Obama viajó a Chicago para intervenir en una conversación con seis jóvenes en la Universidad de Chicago sobre participación ciudadana y la organización comunitaria. Apenas tomó la palabra, sonrió y soltó la primera broma: “¿Qué ha estado pasando mientras no estuve?”, preguntó.
Habló de política, pero evitó confrontar con Trump, a quien ni siquiera mencionó, pese a que la principal prioridad del actual presidente ha sido desmantelar su legado, además de colocarlo en el centro de una conspiración para espiarlo durante la campaña presidencial con su famosa acusación de que le habían “pinchado” los teléfonos de la Torre Trump.
Obama recordó su experiencia como líder comunitario en el sur de Chicago, donde comenzó su carrera política. Luego, dijo que había pasado mucho tiempo pensando qué era lo más importante que podía hacer en su próximo trabajo. Unos segundos después, brindó su respuesta: ayudar a formar la próxima generación de líderes.
“Lo más importante que puedo hacer es ayudar de la mejor manera que pueda a preparar la próxima generación de líderes, que tomen la posta y se animen a cambiar el mundo”, afirmó Obama.
Atrás había quedado un largo descanso junto a su mujer, Michelle, que incluyó un muy comentado paseo en yate en la Polinesia Francesa junto a Oprah Winfrey, Bruce Springsteen y Tom Hanks, y una competencia (amistosa) de kitesurf cerca de las Islas Vírgenes Británicas con su anfitrión, el empresario británico Richard Branson.
Mientras, Trump desarmaba, decreto a decreto, gran parte de su legado, empezando por su política contra el calentamiento global y su reforma de salud, que el presidente dijo que dejará que muera para reemplazarla, y los atacaba a él y a sus colaboradores más cercanos.
La defensa de su presidencia ha quedado en manos de su equipo -que aparece muy activo en las discusiones en Twitter- y de los demócratas en el Congreso, donde no se ve, aún, una figura que cubra el vació que dejó. Obama sostuvo que muchos de los problemas que signaron su presidencia -mencionó, entre otros, el financiamiento de la política, el lobby y la polarización en los medios- deberán ser resueltos por sangre joven. “Los únicos que van a poder resolver esos problemas son los jóvenes, la próxima generación”, dijo el ex presidente.
A sus 55 años, Obama se sacó del juego político unos minutos después, cuando en un ida y vuelta con uno de los estudiantes en el que se habló sobre la brecha de edad, dijo: “Estoy viejo”.
La charla en Chicago fue el primero de una seguidilla de eventos. Obama recibirá un galardón en Boston a principios de mayo, y luego volará a Milán para un encuentro sobre innovación alimentaria. A fin del mes próximo llegará el plato fuerte: estará en Berlín con la canciller alemana, Angela Merkel.
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