REGRESÓ EN LA NOCHE DE CANAL 13 "SIN CÓDIGO"
Al igual que “Tiempo límite”, también “Sin código” tiene su versión extra large. Pero a diferencia del programa de Gerardo Sofovich, que acaba de sacar a la calle el modelo corregido y aumentado de su show de entretenimientos conservando la base original, el ciclo de Canal 13 lleva adelante un viaje desde el mundo de la miniserie hasta el de la tira arrojando por la borda casi todos los ejes temáticos, visuales y sobre todo conceptuales de un ciclo que había deslumbrado a todos cuando apareció, en octubre último.
Es cierto que aquí los personajes son los mismos. Estamos nuevamente frente a los complejos, las obsesiones y las manías persecutorias que caracterizan la vida de Gabriel Nielsen (Adrián Suar), máximo responsable de una empresa de seguridad que por el tipo de trabajos que acepta (como proteger de los paparazzi a una madura estrella de la TV) parece estar hoy muy lejos de sus tiempos de esplendor. La única lealtad que le queda al pobre Gabriel, ahora expuesto hasta a planteos gremiales por parte de sus empleados de elite, es la de Axel (Nicolás Cabré), con su invariable mueca de disgusto que no cambia ni siquiera cuando para cumplir aquella misión debe calzarse una peluca, medias de red y tacos altos. Para colmo de males, el perturbado Santiago (Walter Quiroz) parece dispuesto a volver a las andadas y complicarle aún más la existencia a su hermano Gabriel.
Nuevos personajes
Hasta aquí, todo parece lo mismo. Pero en el “Sin código” agrandado que anteanoche inició su rodaje surgen personajes e historias con vida nueva. Porque con la pérdida de categoría de la empresa de seguridad el ciclo pasa de la sofisticación y el alarde tecnológico de un mundo exclusivo como el de la seguridad de alto nivel a otro más pedestre, ligero y hasta -si se lo mira bien- bastante costumbrista en el retrato de la convivencia entre los personajes, tanto los viejos como los que acaban de sumarse al relato.
Entre estos últimos se destacan una Nancy Dupláa que insiste en el personaje algo desgastado que entregaba en “099 Central” y Favio Posca, elección nada casual para el elenco de un programa que apuesta sin complejo alguno por el humor y los pasos de comedia, como si el espíritu de “Son amores” -y no sólo por la presencia protagónica de Cabré- se hubiera colado para obrar mágicamente el cambio.
Quienes siguieron la etapa inaugural de “Sin código”, fogoneada por los guiones secos, exactos y sin hojarasca de los hermanos Slavich, celebraron entre otras cosas ese logrado juego autoparódico con el que Suar se reía de su eterno personaje televisivo y que la trama ilustraba a través de las notas de “Noelia”.
Aquí, la broma se refuerza una y otra vez. En vez del clásico de Nino Bravo, Suar se mira en el espejo del brazo de “Yo soy aquél”, uno de los himnos de Raphael, y cuando la estrella que acaba de ser rescatada insinúa que el experto en seguridad podría ganarse la vida tranquilamente como productor de televisión, el personaje de Suar responde: “No podría. Yo tengo muchos escrúpulos”.
La instancia cómica que en los albores de “Sin código” se concentraba en este tipo de manifestaciones aquí se contagia, como dijimos, a la mayoría de los personajes. Este cambio de perfil, acentuado por el nuevo responsable autoral del ciclo -Marcos Carnevale-, dejó anteanoche en la emisión inaugural de la etapa II de “Sin código” algunas perlas humorísticas muy jugosas y un par de situaciones recreadas con verdadera gracia, como el ping pong verbal entre Suar y Cabré después del operativo.
Respaldo en forma de rating
Las auspiciosas cifras de rating que acompañaron este relanzamiento, como se indica en el recuadro, parecen haber dado la razón, al menos hasta aquí, a quienes apostaron por un cambio de estas características. Tal vez imaginan a “Sin código” como una suerte de continuadora o heredera de la línea exitosa de comedias de Pol-Ka, en este caso matizada con algún toque policial.
Pese a todo, en este cambio de rumbo que parece haber recibido una buena acogida se extrañan, y mucho, aquellos momentos en los que una acción sin subrayados, los efectos visuales siempre subordinados a la trama y una tensión narrativa sin desmayos convirtieron a “Sin código” en uno de los mejores programas de 2004.
Ya no se recurre más a consignas promocionales tan poderosas como aquello de “por primera vez van a ver televisión como en el cine”. Ya no hay más avances publicitarios en los que el programa se jactaba del uso de imágenes de alta definición y de la pantalla ancha, como no ocurría en el resto del planeta televisivo. Eso sí: este “Sin código” de talle ampliado y humor reforzado conserva una de sus mañas: sigue intacta la mención preferencial de algunas de las marcas que ofician de sponsors del programa, aun durante los títulos de crédito.
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