Revolución o picnic, un CD doble de La Chicana
La Chicana cumple quince años, y el festejo es puertas afuera, con un CD doble que es a la vez retrospectivo y nuevo. Revolución o Picnic se llama el disco con el que el grupo celebra el aniversario de cristal, y es también el título del tema que abre el llamado disco B, certero en su poética, que lleva el sello de Acho Estol, original en su búsqueda melódica, con la voz también distintiva de Dolores Solá. Lo nuevo se completa y se contextualiza con el que es presentado como disco A: una suerte de cuaderno de bitácora musical con influencias reconocidas como tales, en el que se combinan grandes temas que cantó Gardel, o Charly García, o que sonaron en cine, o un popurrí de tangos chinos (chinos de China). Así presentado, este festejo muestra A los jóvenes de ayer (aquel gran tema de Seru abre el disco A), en pleno y vital presente.
Y es que el grupo liderado por Estol y Solá (en el que también forman Patricio Bonfiglio en bandoneón, Pablo Clavijo en violín, Patricio Cotella en contrabajo y Federico Tellechea en percusión, más una cantidad de invitados que se suceden en los discos) cuenta ya con una trayectoria que ha dejado marca en la escena actual, hecha en un recorrido sólido y pertinaz, y eso es lo que está sonando en este trabajo. El logro mayor que puede computarse a La Chicana es el de haber impuesto una estética que ya se reconoce como propia. Y que si bien va mutando –este disco, por ejemplo, viene menos cargado del peso sórdido y marginal de obras anteriores–, se mantiene como marca a partir de la cual seguir buscando. Así es como, en el primer disco, Charly y Tom Waits, Manzi y Kurt Weill y Bertolt Brecht, Angel Villoldo y Os Mutantes, Troilo y Henry Mancini, todos suenan convenientemente “apropiados” por el sello La Chicana, un sello que aquí se descubre ante todo profundamente tanguero, con todos los rótulos de “rockeros del tango” que se les ha colgado a modo de presentación. Y si a priori parece más lógico, más cercano a la estética del grupo, que hayan tomado “La calle del agujero en la media” (el poema de González Tuñón que musicalizó Tata Cedrón), la versión en español rioplatense de “Lullaby”, de Tom Waits, descubre al californiano como el tanguero de una nana trágica, las del joven Charly como uno irónico y también algo cándido, la música de El Inspector de la Pantera Rosa, o la de “Alabama song” se trasladan a un puerto y un cabaret y unas calles porteñas. La Chicana asume para sí hasta la inclusión que podría ser adorno exótico de las “Noches de Shanghai”, una serie de temas de la época de oro del cabaret de esta metrópoli china, con el lucimiento especial de la voz de Solá.
En el otro disco, los temas nuevos vuelven a desplegar la potencia poética de Estol, que en estos años ha logrado postales contemporáneas que no suenan impostadas ni forzadas cuando apuntan al desencanto, a lo imposible de la condición humana, o a lo oscuro y marginal de una ciudad que excluye a la vez que fascina. Con cierto encanto de aires de vodevil sonando como fondo, los temas suman también invitados como Pablo Dacal, Arthur de Faria, Horacio Avilano y Fernando Noy en una declamación. Hay tangos, valses y milongas, alguna zamba y alguna cumbia, se destacan temas como “Cuentas impagas”, “Fetiches”, o el más expansivo “Hormigas mentales”. La propuesta de La Chicana está echada a rodar: Revolución o picnic.
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