Sandra Mihanovich: “No me gustan mucho los ghettos”
Se recuerda a sí misma bajando una escalera, vestido de bambula y micrófono en mano, interpretando alguna canción de George Gershwin. “Estaba muerta de miedo, no tenía mi guitarra como coraza y sentía que no podía mover las piernas”, recuerda Sandra Mihanovich sobre ese primer show, en 1976, en un pub porteño llamado La Capital.
Ella tenía 19 años y muchas indefiniciones personales acechando; lo único que sí sabía es que quería cantar. O, mejor aún, que necesitaba cantar.
Pasaron cuatro décadas, y con ellas transcurrió una historia y una carrera propia, un nombre que se reconoce sin necesidad de aclarar que es “la hija de” y un repertorio plagado de éxitos. Por eso, creyó que era tiempo de festejar por partida doble: por un lado, con la edición en CD de sus cuatro primeros álbumes -Sandra Mihanovich (1982), Hagamos el amor (1983), Soy lo que soy (1984) y Sandra en Shams (1985)- , y por otro con dos shows que brindará hoy y mañana en el Teatro Opera.
“Fue difícil elegir las 30 canciones que voy a presentar porque siempre parece que queda algo afuera”, le cuenta a La Nación. “Me dejé llevar por mis sentimientos, por la afinidad y el afecto, por alguna que otra canción que hace mucho que no interpreto y con aquellas que tenía ganas de compartir porque va a haber muchos invitados”. Con una sonrisa amable pero de esas que no dejan lugar para las concesiones, Mihanovich confirma que no dará pistas de quiénes son los artistas que estarán junto a ella en el escenario.
-¿Se modificaron los arreglos de esas viejas canciones para este show? ¿O preferís mantener la esencia intacta?
-En realidad, gran parte de los arreglos los modificamos en 2007, cuando hicimos un show del que salió el disco Creciendo. Fue necesario porque había canciones de los 80 que sonaban muy de los 80 (risas). Para este recital pasamos en limpio, ajustamos algunas cosas, modificamos otras. Y vamos a tener una banda importante: en total, vamos a ser 15 personas en escena.
-¿Y qué te pasa cuando te escuchás en esos primeros discos?
-Lo disfruto mucho. Soy muy crítica conmigo misma, pero más viéndome que escuchándome. Y me gustan mucho esos discos, suenan muy lindos. Creo que la época analógica tenía una magia muy especial, mucha frescura. A veces las limitaciones pueden ser estímulos para sobreponerse, ¿no?
-¿Sos nostálgica?
-No, me parece que cada etapa y cada momento tiene sus pros y sus contras. Hoy en día puedo grabar 18 mil pistas de voz y hacer mi Frankenstein mezclando tres cortes en una frase. ¡En esa época no se podía nada! Ahora la tecnología te ayuda, se pueden hacer muchas correcciones, pero en general a mí me gustan las cosas más naturales, francas o verdaderas. Eso no quiere decir que cuando me tengo que sacar fotos no recurra al tapaojeras, al rimmel o al rubor, pero la vida transcurre para mí sin maquillaje.
Soy lo que soy
Sin pensarlo demasiado, Mihanovich encuentra dos momentos de quiebre en su vida sobre los escenarios. El más lejano la lleva hasta octubre de 1982, cuando se convirtió en la primera mujer en llegar al estadio de Obras Sanitarias. Fueron dos fechas con entradas agotadas, aunque ella dice haber sido una inconsciente en ese momento.”Estaba parada en Obras como si estuviera en un pub, con una sobredosis de adrenalina. Las canciones salían rápido, con mucha inexperiencia frente a 5000 personas. Fue una locura, algo impensado”, cuenta.
El otro punto alto es mucho más reciente: el 24 de agosto de 2015, se presentó en el Teatro Colón para rendir homenaje a Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan. “Sentí que éramos todos los Mihanovich los que estábamos en ese escenario. Era como homenajear mi cuna, mi historia, mis orígenes, a la música que se escuchaba en casa”, recuerda. “En un momento, cuando empecé a ensayar las canciones, a elegirlas, me di cuenta que me sabía las letras aún de esas que nunca había cantado, estaban en algún rincón del ADN sonando”.
En un plano mucho más personal, Mihanovich protagonizó una conmovedora historia en 2012, cuando decidió donarle uno de sus riñones a Sonsoles Rey, la hija de su pareja Marita Novaro. La joven padecía de Síndrome Nefrótico desde los 15 años, y su única salida en ese momento era someterse a un trasplante. “Siento que tuve una oportunidad… Fue como una especie de milagro que todo se acomodara para poder hacerlo. Después se generó una cosa tan fuerte, una especie de avalancha mediática tan importante que no pude no convertirme en militante de esta causa”, indica. “No puedo mirar para otro lado, porque es un tema del que vale la pena hablar para generar conciencia, desterrar mitos y sacar miedos”.
-Hablando de militancia… Canciones como “Puerto Pollensa”, “Mujer contra mujer” o “Soy lo que soy” se convirtieron en himnos para el colectivo gay, ¿te lo propusiste o simplemente sucedió?
-No me lo propuse para nada. No soy militante del colectivo LGBT, aunque tengo una buena relación. En algún momento, al no ser militante, hubo quien me criticó porque pretendía que me ponga la camiseta. No me gustan mucho los ghettos ni la cosa sectaria. Creo que “Soy lo que soy” se ha convertido en el éxito que es porque trascendió el significado que le dieron las minorías sexuales o el colectivo gay; siempre lo canté desde una mirada mucho más general. Yo soy lo que soy, y esto vale para todos: soy alta, soy petisa, soy gorda, soy peronista, soy radical, rubia o morocha. Tiene que ver con la identidad y con la posibilidad de elegir, de ser únicos y no tener la obligación de ser todos iguales.
-Sin buscar trasgredir, rompiste con un montón de cosas…
-Sí, sin proponérmelo. Lo que pasa es que en un país que venía de muchos años de Dictadura, decir “soy lo que soy” es provocativo. En un país machista, decir que una mujer puede hacer lo que se le antoje, es transgresor… Creo que la sociedad ha evolucionado un montón en ese sentido y seguimos transitando un camino de evolución. Me acuerdo que un día me encontré María Luisa Bemberg y le dije que no era feminista y se ofendió. “¡Vos no podés no ser feminista!”, me dijo. Ella tenía tan puesta la camiseta, que era algo de vida o muerte. Y probablemente, de acuerdo a su circunstancia de vida, ella necesitó adoptar esa actitud.
-¿Vos no lo necesitaste?
-No, tal vez porque crecí en una familia donde la “fuerte” era mi mamá. Ella me enseñó que podía hacer lo que me propusiera. Nada me parecía que no podía ser. Yo me fui a vivir sola a los 20 años y nunca se me ocurrió pensar que tenía que casarme para irme a vivir sola. Estaba “bancada”, tenía una red de contención, aún cuando me mantenía con lo que ganaba trabajando. Entiendo que no todo el mundo tiene esa red, entonces me hace muy feliz cuando alguien se me acerca y me dice que tal o cual canción le sirvió para plantarse en la vida, para sentirse mejor. No lo veo como un mérito, sino como algo lindo.
-Tampoco, a diferencia de otros artistas, te has manifestado políticamente en el último tiempo. ¿Por qué?
-Porque a mí me gusta pensar en el bien común como premisa. Yo lo quise mucho a Raúl Alfonsín; para mí fue el ejemplo de alguien que asume el poder con vocación de servicio, más allá de los errores o lo que se le pueda criticar. Lo que tengo en claro que no quiero ser “anti” nada. Entonces, cuando me vienen a preguntar por “la grieta” o por los responsables de la pobreza, yo digo que echar culpas no sirve para nada, y que saber si los pobres son nuevos o viejos menos aún. Antes que pobres son argentinos, son personas que sufren y que seguramente no han aparecido por generación espontánea.
-¿Tenemos salida como país?
-Este país tiene cuestiones no resultas a lo largo de toda su historia. Yo pretendo que los políticos colaboren para arreglar todo lo que está mal, y que cada uno de nosotros ponga su granito de arena, que discuta y proponga lo suyo sin que nadie quiera matar al otro porque no piensa igual. No hay que descalificar a nadie, a menos que se trate de alguien como Donald Trump, a quien sí descalifico de entrada (risas).
-Este año te uniste en matrimonio con Marita. ¿Por qué elegiste hacerlo ahora?
-Porque podíamos. En realidad nunca había pensado en casarme, nunca creí que iba a tener esa posibilidad. No soy muy imaginativa, soy taurina, bien de tierra. Entonces sentí que había que tomar esa oportunidad, que era algo lindo para festejar, que las familias estaban en armonía y que no estábamos molestando a nadie.
-En algún pensaste en estudiar arquitectura. ¿Te imaginás cómo hubiese sido tu carrera como cantante no hubiese prosperado?
-No lo sé, me cuesta mucho imaginarme eso porque tengo una vocación muy fuerte. Entonces, pensar en correrla al costado me resulta extraño. No era una opción. Creo que uno tiene que hacer lo que le gusta, porque lo más probable es que eso es lo que mejor te salga. Esto dicho desde un lugar de privilegio enorme, ¿no? Uno tiene que ponerle fichas a los que a uno le gusta, ponerle energía. A veces es cuestión de encontrarle la vuelta, como esos juegos de ingenio en los que tenés que unir los puntos para llegar a destino.
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