SE CUMPLEN CUATRO AÑOS DE LA MUERTE DEL PADRE TRUCCO
El 16 de junio del año 2002 fallecía el sacerdote Edgardo Juan Trucco. En conmemoración de su desaparición física se realiza, en la ciudad de Santa Fe, una innumerable cantidad de actos para recordar a quien fuera durante más de 40 años el párroco de la Basílica Nuestra Señora de Guadalupe.
El representante de la Iglesia Católica murió, paradójicamente, el día del padre, lo que –según sus fieles más devotos- dejó un enorme vacío y un sabor muy amargo en muchos hijos. Así lo recordó esta tarde en diálogo con LT10 María Magdalena de Azcuénaga, una de las asiduas concurrentes a la capilla del noreste de esta capital.
“Es una tristeza tener que homenajearlo”, reconoció la mujer visiblemente conmovida. Al evocar la figura del prelado, aseguró que “fue un hombre muy comprometido con el Evangelio que se interesó en otros aspectos: fundo un colegio, el festival folclórico, la peregrinación a Guadalupe… Tenía múltiples actividades con respecto a su vida Evangélica”, afirmó.
Por otra parte, al rememorar las actividades de Trucco, indicó que uno de sus roles fundamentales fue “interesarse por los problemas que estamos viviendo hace mucho como la droga, las armas y la prostitución infantil”. Asimismo destacó que “ningún funcionario (de la política provincial o municipal) se ocupó de hacer realidad sus anhelos”.
Finalmente, de Azcuénaga se refirió a la fundación del centro de salud, ubicado en el barrio Guadalupe que lleva el nombre de quien fuera el conductor espiritual de esa zona del ejido urbano. “Era uno de sus sueños y gracias a Dios lo pudimos cumplir”, dijo.
Más melancólicas fueron las palabras de su hermano César, quien advirtió su poca objetividad al respecto, pero aseguró que “las únicas que mantienen vivo su recuerdo son las instituciones”.
“Era un tipo frontal que se comprometía con lo que sentía y con las necesidades de los demás. Sus principios los decía y los pregonaba”, reflexionó.
UNA VIDA CARGADA DE FE
Quienes tuvieron la suerte de conocerlo saben lo que significó para cada uno de los cristianos, por su gran corazón y apertura al diálogo se instaló en varias familias santafesinas que le abrieron la puerta de su casa y lo hicieron protagonista de sus historias.
Fue y sigue siendo reconocido por su inteligencia y profundidad para analizar las realidades sociales y trabajar en pos de los que más lo necesitaban.
La sociedad siempre le ofreció oportunidades de reconocimiento público; en 1994 fue designado ciudadano ilustre por el Concejo municipal. Unas semanas previas a su fallecimiento había sido invitado para integrar el Consejo Social de la Universidad Nacional del Litoral, reconocido por su vinculación con la cultura, las artes y el comercio.
A los laicos les decía, “del mundo, en el mundo, sin huir del mundo”; un texto considerado literario y como una reflexión religiosa para los más allegados a la parroquia.
En su andar desprendía sabiduría y amor hacia su prójimo, “su palabra la demostraba con hechos”, dicen sus seguidores y por eso se conserva intacto en la memoria de los más cercanos a la basílica.
Este contenido no está abierto a comentarios