SOLÁ DESPIDIÓ Y LLAMÓ IMBÉCIL A UN POLICÍA QUE PIDIÓ UNA COIMA
Esta historia empezó ayer a las 13, en Villa Ballester. Las víctimas, Gisella Soledad Femia y su novio, Juan Sergio Lopatiuk, estaban en un Volkswagen Polo; cuando se detuvieron frente a un semáforo, un sujeto les apuntó con un arma, subió al auto y los obligó a doblar en U y recorrer 700 metros hasta la villa miseria La Rana, contaron a LA NACION informantes de la Fiscalía General de la jurisdicción de San Martín.
Entonces se acercó un cómplice y le apuntó a Lopatiuk, que estaba al volante; le dijo que se apeara y que lo ayudara a bajar unos bolsos de la pareja que estaban en el auto. El otro maleante se quedó en el Polo. “Doña, no me mire la cara”, le dijo el ladrón a la mujer, según contó a la prensa la víctima, que de todas formas ya le había visto la cara.
Había otras personas, además del dúo de asaltantes. Esas personas se acercaron, contó Femia, y se llevaron los bolsos. “Parecían pirañas”, dijo la víctima. Las fuentes dijeron que hubo un forcejeo entre el novio y el delincuente que lo había obligado a bajar del auto. En ese instante, el otro ladrón, se apeó del Polo. Se oyeron dos tiros. “Lo golpearon y le tiraron un tiro en el pie, pero no lo hirieron”, dijo la muchacha. Los proyectiles se incrustaron en el piso y Lopatiuk pudo subir al auto, y pisar el acelerador. Uno de los delincuentes le apuntó al vehículo. Los proyectiles no lo alcanzaron. Así terminó el capítulo primero.
LA DENUNCIA
En el capítulo segundo, Femia tendría más miedo, pese a que los delincuentes ya estaban lejos y ella ya le había contado todo a la policía. Esto ocurrió, según la denuncia: la pareja se dirigió a la comisaría 2a. de Villa Ballester no bien lograron escapar. Los atendió un oficial que trabajaba en esa seccional desde hacía dos días, según Femia. “Me tomó la declaración sin ningún tipo de descripción, y encima me pidió 20 pesos de sellado”, dijo la joven.
Las fuentes judiciales no concordaron en el último punto. “El pedido de dinero no quedó plasmado en la denuncia”, dijo un informante con acceso al expediente. Y añadió: “El problema fue que el policía se habría negado a transcribir que la mujer podía hacer los dictados de rostro. Ella dijo que podía, y el policía puso que no”.
Ese uniformado fue identificado por el Ministerio de Seguridad provincial como el teniente primero Walter José Malvido. Hubo una ampliación de la denuncia. Esta vez, el jefe de la comisaría, capital Daniel Pelozzo, fue a la casa de Femia, en Baigorria al 3900, en Villa Devoto. Ella reiteró que podía reconocer a los delincuentes.
La historia no terminó ahí. El gobernador Solá supo rápidamente del caso. “Se decidió separar y hacer la denuncia penal sobre el oficial que se negó y pidió plata para recibir la denuncia. Es un hecho aislado, pero muy grave”, dijo el mandatario. También dijo Solá: “Este caso es flagrante, vergonzoso. Es un imbécil”.
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