Te invito a mi fiesta de los G20
Los líderes mundiales de naciones agrupadas en el G 20 se reunirán en Buenos Aires en medio de una declarada “guerra comercial” entre EE.UU. y el resto del mundo. La cumbre acuerda lo que las potencias no cumplen ¿Será la última?
Por Pablo Benito
El G 20 se conformó para dar respuesta a la crisis de los mercados emergentes de 1998 -1999. La globalización tecnológica mostraba la fragilidad de una burbuja virtual, de prosperidad en un mundo que se hacía más pequeño y abarcable de la mano de revolución de las comunicaciones.
A la fiesta de la economía mundial eran invitadas, por primera vez, naciones de segundo y tercer orden en un gesto que no pasaba de ser exactamente eso… un gesto. Era algo así como empezar a incluir a todos los amiguitos del barrio para que no queden afuera del pelotero aunque estaban sólo obligados a llevar regalos. La sorpresita no era para todos y, cuando explotaba la piñata, abajo estaban siempre los mismos. Si los “nuevos” rapiñaban algo tenían que pagarlo. Como siempre.
El modelo 60-70 era algo más sincero; en la composición reunía a las siete naciones cuyos líderes tenían el dedo sobre el botón rojo. Durante la Guerra Fría, que podía calentar el mundo y hacerlo volar en un segundo, se sentaban a una mesa para recordarse, mutuamente, que no era conveniente el suicidio de la especie.
La política inclusiva de los países “incapacitados” gestó una apertura formal. Primero fue el G-22. Después, el G-33. Llegando al número redondo de 20 que es bastante mentiroso. Son en realidad 19 más España -invitado permanente pero no miembro- o 20 más la Comunidad Europea, si se quiere incluir a la nación ibérica. Tenía que ser 20 y la matemática no podía ser una traba.
Que se vengan los chicos
El 26 de septiembre de 1999, en la cumbre de ministros de Finanzas del G-7 en Washington, finalmente, nacía el G-20.
Estaban representados en total, el 66% de la población mundial, el 75% del comercio, y el 85% del PIB. Había pasado más de un cuarto de siglo desde el G-4 de 1973. No era ya que los viejos enemigos -Rusia y Occidente, los Aliados y el Eje de la Segunda Guerra Mundial- se sentarían en la misma mesa. Ahora también lo hacían las viejas potencias coloniales -Francia, Gran Bretaña, y la UE- con sus antiguos súbditos -India, Indonesia, China, Sudáfrica, México, Brasil, y Argentina-. En noviembre de 2008, con el mundo al borde de una Depresión económica como la de los años 30, el G-20 celebró su primera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno.
Acá están, estos son: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía, países que participarán de la ceremonia en que, se supone, debe procurarse “la cooperación económica, financiera y política: aborda los grandes desafíos globales y busca generar políticas públicas que los resuelvan”, según reza el manifiesto del foro internacional.
Argentina, durante 2018, preside el foro y ha sido sede de reuniones preliminares al evento central que será cerrado en Buenos Aires. Al finalizar, Mauricio Macri, nuestro presidente, traspasará el mando al Primer Ministro japonés, Shinzo Abe, en vistas al encuentro de junio del próximo año en Osaka.
EE.UU. contra todos
Trump se ha mofado, en la realidad, de los acuerdos del G20 / 2017 celebrado en Hamburgo. A uno de los miembros del G-20, Canadá, ya le ha impuesto sanciones para preservar la industria maderera local y lo mismo ocurrió con la importación de leche.
Canadá, México, Australia, y Japón perdieron a EE.UU. como miembro del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP), que perseguía la creación de una zona de libre comercio en las dos orillas de ese océano para, precisamente, contener a China. Claro está que la guerra comercial con China, de ganarla, no quiere Trump compartirla con socio alguno, más aún si de la tensión surge un acuerdo con el gigante rojo que es el mayor mercado del mundo.
Argentina, también ha sufrido la ofensiva intervencionista de la gestión liberal del blondo magnate devenido a presidente. Aranceles al aceite de soja y el biodiesel, encontraron una denuncia de dumping que cerró el mercado más importante para productos argentinos sin mucho preámbulo.
Es posible que esta reunión pueda ser el último foro con la mitad más uno, EE.UU., participando sin que resulte insostenible el divorcio entre lo acordado y lo que se cumple.
Está claro que un acuerdo comercial, hoy entre EE.UU. y China o Japón y Alemania, es mucho más importante que una década de encuentros del G20.
Incluso, este G20 a realizarse en Argentina, tiene ritmo de fin de ciclo mundial hacia la globalización y asume la tendencia nacional de un retraimiento de las principales economías hacia adentro.
El Brexit inglés es una clara muestra que el mundo entrará en 2019, cuando se acuerde la salida de Gran Bretaña de la Comunidad Europea, no en un retroceso -porque la historia no vuelve sobre sus pasos- pero tendremos escenarios de predominancia de las grandes potencias de manera hegemónica sin bemoles.
Los mercados comunes regionales también están en vía de extinción, las naciones líderes no pretenden “paritarias” para discutir el comercio exterior. Lo harán a partir de relaciones de bilaterales arbitrarias y con una disparidad en las negociaciones similar a la existente antes de la existencia de organizaciones supranacionales. Bolsonaro expresando el fin del Mercosur no es un chiste ni delirio de un loco.
¿Sólo Guerra Comercial?
Ahora que los ataques terroristas en Europa han pasado de moda y el ISIS decidió convertirse al pacifismo puede analizarse a quién benefició esa inestabilidad en Medio Oriente, con las consecuentes migraciones de refugiados y el terror generalizado en el viejo continente que despierta cualquier tipo de piel aceitunada. Los ataques encaminaron el Brexit inglés y la llegada de Macron a Francia, además de ayudar a Catalunya a solidificar su intención separatista. También Turquía se aseguró Erdogan para rato con el fugaz “golpe de Estado” que lo obligó a irse de su país a hacer turismo un par de semanas y volver para gobernar con mano dura y sin oposición.
El fin de las organizaciones de naciones parió una crisis en el aparente equilibrio mundial, predominante hasta 2014. La ruptura para un nuevo orden mundial no necesitó de guerras de alta intensidad por lo que, difícilmente, en la próxima década puedan darse guerras importantes lo que era el enorme terror infundido en los últimos años que asolaba al mundo.
Eso sí, en el nuevo reparto de caramelos de la piñata de la fiesta en homenaje al grandote de la salita, los más chiquitos y débiles, deberán conformarse con las migas de la torta que sobren o con chupar la velita. Bienvenidos, todos, al G20, la puesta en escena más costosa de lo que “no es” la política internacional.
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