Todos al diván

El mundial de fútbol nos permite ver hasta qué punto puede llegar la estupidez social en nuestro país y la gravedad de la crisis cultural vigente.
Por Pablo Benito
La única variante del título elegido es agregar “todos y todas” o modificar por un “Todxs” o ser más modernos y concluir “Todes al diván”.
Es que nadie puede hacerse el tonto si es que la terapia la pretendemos necesaria para nosotros y no para “ellos” dado que lo analizable es el conjunto y empezando por cada uno retrospectivamente.
Al igual que la guerra –como continuidad del debate con otros medios- por la despenalización del aborto, que nos blanqueó el nivel de locura al que pueden llegar ciertos sectores para imponerse en una contienda de conceptos, la actuación de once muchachos pateando una pelota alcanza para exponer la tontería como pornografía en donde ya no hay nada más que ofrecerle al ojo como misterio. El fin del erotismo, que representa lo explícito del fisgoneo de un acto sexual ajeno es similar al fin del entretenimiento decretado por lo más guarro de la moral vista por estos días en platós de televisión y redes sociales.
La crítica de la crítica a los críticas pondría a este análisis en un falso lugar de inmunidad que es imposible de asumir. Por la negativa o la positiva, el alcance de la estupidez nos involucra como una fatalidad de la que no se puede escapar, cual si fuese una catástrofe natural que no excede en su potencia e iguala a todos los seres humanos frente a lo que sucederá irremediablemente.
Por eso hemos elegido lo que pensamos son los momentos más álgidos de la imbecilidad, aparte de un resultado deportivo que, siquiera, se dio en 90 minutos. Alcanzaron 30 del segundo tiempo para que se desate el extremismo bobo de un país.
Minuto de silencio
Un árbitro uzbeko, Ravshan Irmatov -que da mayor realismo mágico a nuestro drama- pitó el final de Argentina 0, Croacia 3 y en el canal más argentino del deporte, Torneos y Competencia, se da paso al grupo de especialistas –de profesión periodistas- que sorprenden con un cuadro tétrico de caras serias, manos atrás y un silencio que dura un minuto de tiempo televisivo que, si bien es tirano acorde a lo que se asegura, se vuelve democrático en este caso porque la circunstancia lo justifica.
Por el cuadro sugerido, alguien ha muerto. Gente con algo de sensatez pudo haberse asustado ¿Habrá muerto alguien importancia? ¿Por mirar tanto el piso, Messi se pudo haber accidentado con una columna y palmó? No, simplemente es un velorio, aparentemente respetuoso, a un equipo de jugadores fútbol, con un promedio de 28 años, que perdieron un partido de fútbol y, si bien no han muerto, un grupo de intelectuales del deporte los da por fenecidos en un reality de lo más cruel porque no aclara cuándo es ficción y cuándo realidad.
Hace un par de días, el mismo conductor que intenta explicar esa figura necrológica que han montado, había perdido a su padre – hecho que le comunicó a la audiencia y saludó a su progenitor, que partió, con millones de testigos detrás del televisor que sobraban, pero el show debe continuar y qué mejor que la muerte de un ser querido para darle ritmo. Si no aprender de la vida, como motor de la experiencia, es un signo de inmadurez, no hacerlo de la muerte ya es un canto a la necedad de los insensibles.
“La selección argentina está muerta”, asegura quien se estrena como hombre huérfano.
“Muerta”. “Están durmiendo –los jugadores- y están muertos”. Incluso parece que se trata de un homicidio porque el conductor asegura que “la selección argentina se murió a partir de que Caballero -un portero al que se le confunden las llaves- se equivocó. El beneficio de la misericordia periodística, al menos, lo trata de homicidio culposo –se produjo sin intención ni dolo por parte del arquero-.
Estupidez colectiva difícil de igualar pero siempre es bueno empezar bien arriba.
Escrache poco Caballero
Claro, quien comete un genocidio como el arquero Caballero del cual son víctimas no sólo los 23 jugadores de la selección sino “un país entero”, unos 40 millones –algo que ni Hitler podría igualar- merece el repudio del humanismo mundial y de la historia. Más allá de que los veleros o veletas –no hay adjetivos en la RAE para quienes velan a alguien vivo- luego repudien a los que desearon la muerte del jugador y de toda su familia debajo de una foto de instagram, en la que aparecía “el asesino, junto a sus hijas”.
Los comunicadores que apuntan a “las cosas que le hacen mal al fútbol”, califican como de inadaptados a esos que, desde el anonimato, “pueden llegar a destruir a una familia”.
Será un homicidio pero al fin y al cabo esto no deja de ser un juego, dicen los periodistas vestidos de saco y sin corbata.
Los insultos aluden a la hija del jugador quien sobrevivió a un cáncer de retina y al comentario en el que el acusado asegura que cada año que su hija le desea “Feliz día del Padre” es para él una bendición. Los justicieros ante el homicidio, marcado por los periodistas, lamentan la recuperación de su niña e informan que van a violar a su mujer… Es tan repudiable el escrache que los medios lo reproducen y amplifican por decena de miles la patología de los “comentadores”.
Siempre se puede un “poco más”. Siendo demasiado para Notife, no nos dio para adjuntar captura de pantalla capturada por Clarín, Infobae, Olé, etc.
Los medios se “ofenden” de la impunidad de las redes, tanto que multiplican la ofensa como si fuese la escusa para “ir a por ellos”.
Sampaoli kirchnerista, Callejero y tatuado
Los medios masivos dan cuenta de “una catarata de memes” en las redes que –por supuesto- no son ellos los responsables de confeccionar pero no tienen problemas en reproducir. Parece que el tema es que Sampaoli es un rojo comunista roquero detrás de su ropaje de técnico.
El casildense es un DT “K”, según algún consenso generalizado, más allá de haber sido el técnico de Chile que consiguió la primera Copa América para el país trasandino en perjuicio del equipo de Messi durante la Copa América 2015, celebrada en simultáneo con las elecciones presidenciales que proclamó a Macri presidente.
Parte de la pesada herencia, el DT es, según lo que opinan importantes analistas y analizadores callejeros, una expresión más del populismo que “se robó todo”.
La respuesta a la no pregunta
Considerado un periodista astuto y gambeteador de algún tipo de objetividad y haciendo gala a su apellido, Agustín Fantasía, cronista de TyC Sport, pregunta a Kun Agüero por su opinión de lo dicho por Sampaoli en relación a lo que no dijo… “que los jugadores no se adaptaron al proyecto”. El jugador del Manchester City, mira al cronista y escupe “que diga lo que quiera”. Suficiente: “Rebelión en la granja”. Los medios en apenas unas horas titulaban “Agüero, ninguneó a Sampaoli”. Claro, “que diga lo que quiera”, no puede ser interpretado como insulto, enojo, destrato, con lo que para no bajar intensidad queda que “lo ninguneó”. Es que tampoco se le puede sacar agua a las piedras. Con más Fantasía de Agustín podría haber inventado que Sampaoli dijo que son patadura, cornudos o que más que grupo de amigos de Messi, son “amantes de Lio”. Si de meter púa se trata no debería limitar el objetivo ningún escrúpulo. Ocurrió en “zona mixta” –que no se sabe si es público/estatal, de jamón y queso, o de varones y mujeres – lo cierto es que no era cierto.
Al que madruga, Fantino lo ayuda
Horas después de terminado el partido, en el programa “Animales Salvajes”, el relator deportivo, Alejandro Fantino, se regodeaba con su celular y jugaba al acertijo con sus compañeros de piso. “Si muestro esto…”. “No mejor no lo muestro”. Eran las 5 AM en la concentración de la selección en Rusia y el conductor aseguraba que había una reunión entre jugadores en la que pedirían la renuncia de Sampaoli, a Burruchaga para dirigir contra Nigeria, Ruggeri de ayudante y “un café doble con un toque de crema” para Messi. No era ya lo que no pasaba lo que se “informaba” sino también lo que “no pasaría”.
A su lado un señor, llamado Caruso, afirmaba que todo era cierto y que “desde adentro de la concentración se lo confirmaban”. La Samanta Farjat del fútbol que “investigaba” a los malos con cámaras ocultas, aseguraba que “Mascherano insultó a Caballero”, por sus pies redondos y un “wachiturro”, Pavón, lo había acomodado de un “ñoqui”.
Todo esto fue negado por el “jefecito” que respondió al “nefasto” DT argentino y demostró que la concentración sirve para darse el tiempo de ver todas las pavadas que se dicen de un partido de fútbol para poder refutarlas con declaraciones que están, inevitablemente, condenadas a ser pavadas.
Te espero en Twitter
Y para terminar “bien arriba”, los intelectuales influencer continúan en el barro de las redes esperando que los levanten los medios masivos para que lo retuiteen en las redes y así hasta que la pirámide tape el árbol, el bosque, la selva y el ecosistema todo. Esto es visto por los medios como “lamentable” aunque levantado en la sección de “deportes” cómo si el histeriqueo se hubiese transformado en una disciplina aeróbica en la que gana el que logra descender al subsuelo más profundo de la indignidad humana.
La gravedad del asunto puede llegar a ser su principal virtud y es que las redes sociales permiten tener una rápida lectura de lo que podría ser un pensamiento, más o menos, común.
Sea el que repudia, el que condena, el que se involucra en la huevada o el que da a conocer que no le importa, todos caemos en el relleno sanitario. Hasta la soledad de pensar o mirar “otra cosa” condiciona la dinámica de un debate social que brinda estética a los demás temas discutibles –por más serios y relevantes que sean.
La trampa, aquí, es mortal porque no hay forma de zafar. Puede uno callarse ante el griterío absurdo de millones de personas refiriéndose a lo mismo, pero aunque quiera hablar de otra cosa no se te escuchará.
En definitiva, se trata de la dictadura de la estupidez.
No hay lugar para los subversivos más que la del cautiverio, la tortura y la negación de su existencia.
Es el democrático terrorismo de la opinión pública que, aparentemente, no tiene dictador. Es cuestión de observar detenidamente, si hay jefe en este entuerto y es tan visible, lo tenemos tan encima que es difícil identificar sus rasgos. Pero está.
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