UN REPASO CRÍTICO DE NUESTRO TIEMPO
El séptimo arte, cada vez que está en manos de personas comprometidas y coherentes, suele convertirse en una inigualable herramienta para reflexionar sobre las contradicciones propias de la historia humana. Y el siglo XX, sin dudas fue uno de los siglos más convulsionados de cuantos se recuerden: dos guerras mundiales, decenas de conflictos en los países emergentes, guerras civiles, bombas nucleares, dictadores… Y hubo un cineasta llamado Constantin Costa Gavras, que aportó su grano de arena para tratar de subsanar los errores cometidos, a través de su tarea de mostrar, con la mayor fidelidad posible, lo que ocurrió, a través de sus grandiosos trhrillers políticos y sus películas de alto contenido social, en una línea parecida a otros grandes autores –cada uno según su propia identidad- como Spike Lee, Sydney Lumet o Norman Jewison por nombrar solo algunos.
Nacido en Atenas, hijo de un funcionario, Costa Gavras emigró de muy joven a tierras francesas, dónde se vio atraído por el cine, y con solo veinte años, ya era un apasionado de los nuevos aires que el cine galo traía hacia mediados de los años cincuenta. Incluso llego a ser colaborador de directores como René Clair, y a los treinta y pico ya había realizado un impactante debut en el cine con un filme policíaco llamado “Los raíles del crimen”, que fue muy aplaudido por la crítica.
Pero su verdadera consagración llegará en 1969, con su inigualable filme llamado “Z”. En esta película, que ya demuestra un gran compromiso de parte de su autor, Costa Gavras trabaja sobre el asesinato de un legislador griego durante un régimen dictatorial producido en aquel país. Basado en hechos reales (el asesinato del diputado Lambrakis), y con un guión de Jorge Semprún –que luego sería ministro de Cultura español- obtuvo alentadoras críticas y reconocimiento mundial. El director había comenzado una gesta contra la injusticia que no cejaría ya hasta el presente.
Encauzado definitivamente en aquel género, dirigió al año siguiente otro filme de alto contenido político. Se tituló “La confesión”, y trabaja sobre las purgas producidas dentro de los regímenes comunistas, en plena Guerra Fría. “Estado de sitio”, obra que data de 1973, mantiene una línea similar, pero reconstruye las operaciones realizadas por los servicios de inteligencia norteamericanos en nuestro vecino país Uruguay. En todas estas películas, se puede observar el pulso firme de un narrador de gran fuerza y se advierte una constante búsqueda para llegar a recrear las oscuras tramas de la historia.
En 1982, realizó una de sus películas más populares –y reconocidas- como fue “Desaparecido”, con las actuaciones estelares de Jack Lemmon y Sissy Spacek, narra la odisea de un hombre y su nuera para descubrir el paradero de su hijo, un fotógrafo secuestrado por las fuerzas militares durante el transcurso del régimen dictatorial de Augusto Pinochet, en Chile. Se trata de una gran película dónde Costa Gavras llega a su más alto nivel como un cineasta idóneo y comprometido con las problemáticas de su tiempo.
Con la excepción de su películas “Clair de femme” de 1979 y “Consejo de familia” de 1986, siempre abordó en sus obras temas históricos y políticos: las problemáticas de Israel en “Hanna K.” de 1983, los antiguos nazis en “La caja de música” en 1989, la ética en los medios masivos de comunicación con “El cuarto poder” de 1997, y las relaciones entre el Vaticano y el partido nazi en “Amén” del 2002.
Y finalmente, Costa Gavras realizó en el 2004, “La corporación”, filme que se exhibió hace pocos días en nuestra ciudad. Una obra donde el cineasta griego se adapta con coherencia a los tiempos que corren, y realiza una crítica al despiadado capitalismo que domina hoy a las sociedades del mundo. En este filme, se narra la historia de Bruno, un ejecutivo que, tras quince años de fiel servicio a su empresa, es despedido de un día para otro junto a cientos de sus compañeros. Tres años después, sin haber encontrado trabajo, se da cuenta de que, muy a su pesar, se encuentra inmerso en una guerra de desgaste, y no tardará en descubrir que para mantener el bienestar y la solidez de su familia, debe actuar. Así que con la ayuda de un arma, se lanza a aniquilar a sus competidores de forma metódica y lógica.
Es un tema verdaderamente sobrecogedor, pero esencialmente apunta a criticar un sistema que pierde de vista a las personas. Con una mirada ácida, en un momento dónde escasean cineastas de esta estirpe, Costa Gavras, en plena vigencia tras más de cuarenta años de carrera, nos ofrece otra vez un espacio para reflexionar, críticamente, sobre nuestro tiempo.
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