Vista panorámica del 2019
A menos de un año de los comicios presidenciales 2019, no se pueden analizar tendencias claras, pero sí se puede ver el horizonte desde una panorámica del relieve político, social y cultural.
Por Pablo Benito
Accidentes geográficos –en este caso, circunstancias políticas- a partir de los cuales las corrientes político-partidarias-electorales vienen pendiente abajo, o se mantienen a una velocidad constante. Hace mucho que ningún ascenso de corrientes, personajes o partidos tiene crecimiento por méritos propios más allá del miedo al cuco. Quizás lo más parecido a una aprobación electoral se haya dado en 2011, con el 54 % de los votos obtenidos en primera vuelta por Cristina Fernández, con atenuantes de virtud en la fragmentación de la oposición, el acuerdo con Macri para que no sea de la partida y la empatía de la presidenta a partir de un factor exógeno a su virtud: el estreno de un luto inteligentemente utilizado.
Mostrar encuestas para encuestar
No es tanto en razón de las últimas encuestas que se dieron a conocer –en las que se evidencia una lógica baja en las imágenes de Macri, Vidal y Cambiemos post devaluación y estallido inflacionario- que se puede concluir que el gobierno se encuentra en una situación compleja, muy a pesar que la mayoría de quienes ya no confían demasiado en “el mejor equipo de los últimos 50 años”, necesitan creer en el oficialismo en oposición a la incomodidad de asumir un error propio de apreciación o del miedo a la vuelta de quienes consideran que “se han robado todo” y con los que mantienen una alergia viral la cual no se combate con antihistamínicos.
Superclásico, Trump, G20, Bolsonaro
La imagen de la última semana que dejó al gobierno herido de gravedad, va más allá del bochorno mundial que significa un hecho cultural de alcances insospechados. Pocos analistas pueden mensurar lo que fue el 0-7 de Brasil en su propio mundial 2014 y su porcentaje de influencia en el posterior impeachment. El humor social no genera situaciones de per se, pero termina de consolidar situaciones previamente emergentes.
La sensación del resultado de la final River – Boca es mucho más nociva de lo que puede imaginarse para el gobierno porque, precisamente, pone en duda si –de verdad- gobierna.
No se trata, ya, de dar certezas con respecto al dólar, la inflación, las medidas de gestión o las metas. Se trata de dar seguridad física a la población. No pudieron cuidar un micro, un espectáculo multitudinario o una movilización. Lo que se diga después es irrelevante; o más bien, para no perder “tanta” confianza, el: “fue una respuesta de las mafias del fútbol” o se trata de un puñado de “inadaptados”, da igual. El inconsciente colectivo trabaja sólo y al margen de “peros”.
Si un presidente, a días del evento de alta seguridad más importante en la historia nacional, es puesto en jaque por mafias menores, lúmpenes o entramados oscuros en las fuerzas de seguridad, lo que queda claro es que tiene cortada la cadena de mandos, abajo, arriba y a los costados. Errores no forzados que hablan más de falta del mínimo control sobre la realidad que de una situación adversa.
Poco importa el discurso dicho, sino el que se ve. Pocas dudas caben de que se trata de una conspiración, para nada compleja, pero fácil de hacer en el marco del desgobierno del propio gobierno. Los gobernantes deben gobernar, se los elige para que resuelvan conflictos no para que los denuncien. No fue un atentado de un avión secuestrado chocando contra el Monumental, tampoco un coche bomba ni un lobo suelto del ISIS –si es que existen- fueron botellazos, piedras y gases lanzados con la mano contra el único espacio físico que debía ser preservado en un operativo que contaba con miles de agentes de seguridad y distintos organismos represivos.
Los gobernantes deben gobernar, se los elige para que resuelvan conflictos no para que los denuncien.
Rumor del humor
En la sociedad comienza a susurrarse una frase “no me cuentes lo que pasa, resolvélo”.
La sensación de vulnerabilidad económica, social, cultural y hasta física de una población se traduce en la observación de representantes que no garantizan lo mínimo, con lo que poco se puede esperar que gestionen algo parecido a la previsibilidad en la sociedad.
En la última semana, distintos empresarios y “funcionantes” del círculo rojo
nacional, mostraron –públicamente- su descontento y desencanto con el gobierno.
Hablamos de una parte de la dirigencia que no representa la voluntad popular pero sí tiene el pulgar muy parecido al del César en el circo romano. ¿Qué ha cambiado en unas pocas semanas para que la base social e ideológica de este gobierno muestre descontento? “Pasan cosas” para las que este gobierno no parece estar preparado a la hora de afrontarlas.
Malos vecinos
El triunfo de Bolsonaro, es mucho más que la imposición de un homofóbico, xenófobo y racista en el poder del principal aliado comercial de Argentina. Hay una clara intención del gigante regional de subordinar a sus socios emergentes. Se puso en duda el Mercosur, se pretende desfragmentar la política comercial con diferentes países –que había sido la estrategia del PT brasilero- y cerrar filas con EE.UU. (que está tan en consonancia con la idea, que pocos dudan de que algo tuvo que ver con el proceso de aniquilamiento al “populismo”).
A la política proteccionista de Trump, solo Brasil puede imitarla en nuestro continente.
Cerrarse, recuperar su industria, promover el pleno empleo para reactivar el mercado interno, estrechar filas con un solo socio estratégico, que es quien se está imponiendo en la “guerra comercial”, EE.UU.. El eje geopólitico, predominante se acaba de cerrar. EE.UU., Rusia, Gran Bretaña y Brasil, se bajan de la globalización para fortalecerse, precisamente, ante la globalización.
La administración Macri se abrió al mundo, pero ese “mundo”, entre Brasil y Argentina, eligió, nuevamente, al país del “Orden y el Progreso”.
Bolsonaro, personaje irrelevante en un proyecto mucho mayor, no tiene la misión de negociar, sino de poner condiciones al MERCOSUR y sublimarla a su interés. Lo peor es que sí, tiene con qué.
En este contexto Macri, realmente, no tiene de dónde agarrarse. Esto tampoco es relevante, porque quien se está cayendo del mapa es Argentina como Estado, como integrante de un mundo que, en plena crisis de cambios, no la necesita como mercado.
Sea Cristina, Massa, Urtubey, Vidal, Lifschitz o el propio Macri, las circunstancias 2020, serán distintas por la erosión que tendrá nuestra economía. Con un agravante para la sociedad argentina: el mundo está virando hacia golpes de Estado institucionales que prescinden de la formalidad de la democracia.
el mundo está virando hacia golpes de Estado institucionales que prescinden de la formalidad de la democracia.
Democracia depreciada
El caos profundo en el que se sume el país, todavía no ha alcanzado la superficie. Se ven algunas muestras de esa falta de orden imperante –como lo ocurrido este último fin de semana. La dirigencia no dirige, los dirigidos no tienen dirección y para esto no hay moraleja ni remate propositivo de esta nota. Este análisis panorámico tiene el sobrevuelo del dron y aún no podría completarse bajando al territorio a estimar detalles.
Se ve, sí, en vuelo rasante, que 2019 es un año en donde se dirime un nuevo gobierno o continuidad del presente, lo que no está garantizado es que esa fecha sea la bisagra para que la Argentina recupere la “gobernanza” sobre sí misma. La dirigencia más lúcida para leer la realidad tiene antifaces de ego para dirigir, persuadir y no tan sólo mandar.
Eso sí, a este análisis se le escapa una enorme gama de posibilidades fuera de la generalidad y es que el vertical poder que ha perdido influencia sobre la sociedad no prohíbe la creatividad a baja escala y la asociación de intereses particulares. Enorme oportunidad, siempre y cuando se deje de mirar al cielo y al tiempo como dadores de mágicas soluciones para todos en vez de abrir una oportunidad para uno en relación a algunos.
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